domingo, 31 de julio de 2016

Verano de abejas

Amegilla garrula
Las altas temperaturas del verano son una bendición para los insectos, que tienen carta blanca para desplazarse todo el día sin más preocupación que encontrar alimento. Entre ellos, claro está, las abejas son una gran parte, y su actividad no cesa durante el periodo estival. Otra cosa es que acudan a la terraza y encuentren flores, cosa que en verano es algo más complicada debido a que muchas plantas floríferas ya han muerto para entonces y las perennes que quedan no siempre son especies atractivas por su polen. Sin embargo, a poco que consigamos tener alguna planta que interese a las abejas, allí estarán. También hay que tener en cuenta otros factores, como los períodos de vuelo de determinadas especies, lo cual explica una ausencia que no se debe a la falta de comida sino a la simple desaparición de los adultos durante esta época del año.

Bombus terrestris
La primera especie que aparece en las fotos que ilustran la entrada no ha dado oportunidad a despejar las incógnitas que su propia presencia planteó. La identifiqué como Amegilla garrula por similtud con esta especie, aunque esta determinación podría ser incorrecta. Morfológicamente no quedan dudas al situarla como cercana a Anthophora; del género Amegilla he observado tanto en Cullera como en Sueca ejemplares que parecen corresponder a Amegilla quadrifasciata, observados durante estos días en algunas visitas en zonas de monte bajo y en los márgenes de los caminos del río. Una nueva observación de esta abeja podría facilitar las cosas, pues su visita fue breve y no he vuelto a verla ni siquiera de pasada en todo el mes. Me di cuenta de su presencia porque entró y salió de casa mientras regaba las plantas, produciendo un sonoro zumbido y aferrándose con sus mandíbulas de los tallos de algunas plantas que guardo colgadas para sacar semillas. Apenas permaneció un rato en la terraza y fue gracias a que una Monarda citriodora todavía conservaba unas pocas flores que despertaron su interés. Recuerdo una observación similar, de una abeja voluminosa con rayas y tórax peludo de color castaño en agosto del año pasado, la cual tampoco volvió a repetirse. Como detalle aprendido, quizá tendría que intentar buscar algunas especies de lamiáceas de flores grandes, tipo salvia o esta Monarda, que florezcan durante todo el verano, con lo que quizá consiga afianzar la visita de este tipo de abejas.

Lasioglossum sp.
No mucho más prolíficas han sido las visitas de los abejorros. Concretamente dos, la misma semana, y el mes termina sin nuevas observaciones. Por suerte, la segunda vez que observé un ejemplar permaneció durante un buen rato acicalándose sobre la Buddleja antes de ponerse a buscar polen. La foto de rigor pudo hacerse bien dentro de lo que cabe, y todavía es la primera vez que consigo sacar una foto así de esta especie en la terraza, pero me confié demasiado a la hora de grabar una toma de vídeo: corté mientras grababa para buscar un encuadre mejor y el abejorro acabó marchándose. A pesar de ser abejas sociales tan activas y trabajadoras como las abejas de la miel, parece ser que no entra en sus planes perder tiempo dentro de la ciudad, donde casi siempre la cantidad de flores que les aporten alimento suele ser escasa o nula. Y es que, a diferencia de otras regiones y países, en nuestro entorno la gente suele conformarse con las pocas especies de plantas "de toda la vida" que se encuentran en las tiendas, la inmensa mayoría de veces tropicales que no llegan casi nunca a florecer o los muy vistos geranios Pelargonium híbridos. En los jardines y casas de campo tampoco aumenta la variedad. Al final, los abejorros poco beneficio sacan de los núcleos urbanos, si bien los cultivos de frutales y hortalizas ya son otra cosa.



Lasioglossum sp. 
Las mayores representantes del mundo de las abejas durante este mes de julio han sido sin duda dos géneros: Megachile y Lasioglossum. Las primeras se habían ausentado, no del todo, desde aquellos días de todavía abundancia de flores a principios del mes pasado. Fue comenzar la floración de las Helenium autumnale y, de repente, su número aumentó exponencialmente. Al tratarse de abejas con escopa en la parte inferior de su abdomen, las flores con grandes cantidades de polen en su superficie facilitan el trabajo de recogida a las hembras de este género. Tengo dudas sobre si lo que estoy observando son dos especies o simplemente una con acusado dimorfismo sexual. Las hembras, con escopa, ojos negros y constitución más robusta, tienen bandas grisáceas en su abdomen. Los machos, con antenas largas, abdomen esbelto sin escopa y ojos verdes, tienen las bandas del abdomen y el pelo del tórax de color dorado. Además, en el vídeo en que aparecen sobre las Helenium, con machos tanteando a las hembras, sólo aparecen de estos dos tipos. En el siguiente vídeo se observa a una hembra (o varias, aunque seguramente sea la misma) regresando varias veces a por fragmentos de hojas para construir su nido. Dado que volvía a por más trozos cada poco más de dos minutos, no es descartable que el nido esté muy cerca de la terraza.



Lasioglossum sp.
El siguiente género, las Lasioglossum, también podría estar representado por al menos dos especies. Una la estoy observando desde junio, de color negro con bandas grises en el abdomen. El caso es que he observado algunos ejemplares diferentes, con el abdomen negro cuyos segmentos tienen el borde teñido de color rojizo. Una aparente hembra con este aspecto aparece fotografiada entre las fauces de una araña cangrejo en la entrada que les dediqué (ver foto), mientras que el macho que acompaña estas líneas, de largas antenas, también presenta dicho colorido. Aquel ejemplar atrapado tenía las alas transparentes, mientras que las de bandas grisáceas las tienen teñidas de oscuro. Sea como fuere, se trata de unas diminutas abejas de carácter social, aunque no tan complejo como el de las abejas de la miel y los abejorros, que se presentan a todas horas en busca de polen en cualquier flor que parezca una buena opción. En la mayoría de casos, estas Lasioglossum parecen preferir pecorear apartadas del sol directo, buscando polen en plantas ubicadas en semisombra o acercándose a las Cardiospermum, una de sus especies favoritas, cuando el sol de la tarde ya no incide en la malla por donde trepan. Con sus patas siempre cargadas de polen, sin duda serán de gran ayuda polinizando toda aquella planta que visiten.

viernes, 29 de julio de 2016

El color huidizo de las Portulaca grandiflora

Flores rojas en su punto álgido
Portulaca grandiflora es una de esas especies que encuentro de vez en cuando en forma de semillas y que, tras sembrarla por curiosidad, acaba resultando ser una planta encantadora a la que siempre intentaré dedicarle un rincón. Pequeña, resistente y con unos colores espectaculares, se trata de una anual de hojas carnosas que en apenas unos pocos meses puede pasar de semilla a planta en floración. Las flores son muy llamativas, de colores intensos y sólidos que, sin embargo, presentan un cambio durante su corto periplo el cual se pretende ilustrar en esta entrada.

Las Portulaca grandiflora se presentan sólo en cuatro colores cálidos; rojo, rosa, amarillo y naranja. Las flores se abren a medida que los rayos de sol comienzan a incidir sobre ellas y no duran más allá de unas horas pasado el mediodía. Pronto formarán una cápsula esférica rematada por un pico que, al cabo de unos días, se abrirá por la mitad dejando a la vista multitud de semillas de color gris oscuro. A lo largo de las pocas horas que dura una flor abierta, el primer signo de desgaste que se aprecia es la disminución de la intensidad de su colorido. Al principio, por ignorancia, pensaba que había muchas variantes de color entre los cuatro mencionados, hasta que pude comprobar que se trata siempre de las mismas flores que van variando a lo largo del día. En este díptico se puede observar dicho aspecto:

Flores amarillas en su máximo apogeo. La foto fue tomada a las 11:15 horas.

Las mismas flores a las 12:50, ya aclaradas.

Desconozco si esto tiene una función concreta o simplemente se debe al rápido desarrollo de las flores en esta especie. En su pariente la Portulaca umbraticola no ocurre, pues las flores se cierran al final del día con los pétalos todavía coloridos con viveza. Sí es cierto, aunque no lo he vuelto a observar, que algunos ejemplares cambiaban de color a lo largo del día, concretamente abriéndose de color rosado y volviéndose naranja. En otras flores de vida limitada a un día que tengo o he tenido, éstas simplemente se cierran, arrugan o caen al final de su jornada sin más. La evidente decoloración y decadencia se va produciendo durante el tiempo que duren en la planta los restos marchitos.

Flor amarilla ya descolorida
No obstante, jugando con este efecto, que no siempre se produce de la misma manera y al mismo ritmo, una mata de varias Portulaca grandiflora floreciendo a la vez podrían componer un llamativo conjunto de color cambiante. Dado que ocupan muy poco sitio y por lo general las macetas pequeñas siempre acabo descartándolas al no tener demasiadas especies que puedan desarrollarse bien en ellas, quizá pueda darles un buen uso sembrando esta y otras especies de pequeño tamaño, rápido desarrollo y llamativa floración. Las Portulaca en concreto tienen tallos delgados y resisten bastante bien tanto la insolación como la sequedad, lo que da también ventaja a la hora de utilizar macetas que, debido a su poca capacidad, la humedad se evapora con mayor facilidad que las que contienen más sustrato. Eso sí, todavía desconozco cómo funcionarían sembradas en otoño, aunque imagino que serán similares a otras crasas anuales de carácter subtropical.

jueves, 28 de julio de 2016

Estío florido

Mandevilla sanderi
Llevamos ya un mes de verano y, como cada año, esta suele ser una de las épocas menos propicias para encontrar plantas en pleno apogeo floral. Evidentemente no es tan acusado como a finales de otoño y principios de invierno, donde simplemente no hay flores porque apenas hay plantas que estén totalmente desarrolladas para entonces -aunque en el campo sí encontremos especies que florecen abundantemente en dicha época. El verano se beneficia, en gran medida, de lo que haya dado de sí la primavera, con muchas especies que seguirán floreciendo si se encuentran a gusto y sólo unas pocas que lo harán exclusivamente en estas fechas. Este verano en particular, si bien ya ha visto reducida la cantidad de plantas en flor respecto al mes pasado, está siendo relativamente variado en cuanto a especies que despliegan sus flores bajo la intensidad del sol.

Dianthus gratianopolitanus
Tras el breve descenso de temperaturas acaecido a mediados de mes, de nuevo volvemos a la rutina con días calurosos y noches que tampoco dan mucha tregua. Algunas plantas continúan a su ritmo desde hace ya dos meses: las escabiosas no paran, algunas amapolas de California que no han sucumbido al aumento de temperaturas siguen sacando flores y las Angelonia angustifolia, que llegaron a casa ya en flor, no han dejado en ningún momento de florecer. Misma rutina también para la Buddleja davidii, que se encuentra en la que es su temporada de mayor producción de flores y parece ser que le quede cuerda para rato. Las Leucanthemum x superbum, por su parte, parece que dirán adiós a la floración en esta temporada a menos que tengan un resurgimiento, pero lo cierto es que además de quedarse sin cabezuelas, su aspecto también muestra un incipiente declive.

Delphinium híbrido
En cuanto a flores procedentes de las siembras más recientes, se han elegido dos ejemplos que ilustran bien su andadura. Una es la Zinnia angustifolia 'Starbright', una zinnia de pequeño tamaño y hojas estrechas que, visto lo visto e igualando los resultados con su pariente la Zinnia haageana, creo que a partir de ahora debería intentar sembrarlas en otoño para que tengan a su disposición una sucesión de días más suaves, a fin de comprobar si les viene mejor así. Da la sensación de que, a pesar de haber sido sembradas en marzo, no han tenido tiempo para desarrollarse bien. El capítulo de la foto es el único con ese aspecto y tamaño que ha producido, siendo los demás visiblemente menores. En el otro extremo, aunque está en la misma maceta, encontramos a otra clavellina más para la colección: Dianthus gratianopolitanus. Esta planta ha tenido un desarrollo mejor encarado y ha ido formando una parte aérea bien definida antes de florecer. En líneas generales, su aspecto me recuerda al de un Dianthus plumarius algo más compacto: en comparación con otras clavellinas que tengo, lo colocaría a medio camino entre aquél y Dianthus amurensis.

Zinnia angustifolia 'Starbright'
Podría hablar también de decepción con las Liatris spicata. Este año encontré una oferta en la que venían nada menos que 60 tubérculos por un euro y medio, todos ellos con un buen calibre, con lo que repartí ejemplares por toda la terraza, mezclándolos con otras plantas en algunas ocasiones. Lo que esperaba era un despliegue espectacular cuando se decidiesen a florecer, llenando diversos rincones con sus espigas de florecillas rosadas. Nada más lejos, apenas unos pocos ejemplares han conseguido alcanzar la floración y ésta ha sido decepcionante, con espigas breves tanto en tamaño como en duración. El crecimiento vegetativo no fue malo, y la mayoría de ejemplares tenían rosetas de hojas sanas y grandes. Posiblemente estuviesen faltas de los nutrientes necesarios para la floración y sólo hubiesen engordado a base de nitrógeno, que favorece el desarrollo de las partes verdes. Sea como fuere, intentaré conservarlas para la temporada próxima en espera de conseguir mejores resultados. Es un tanto complicado, pues la única vez que conseguí esta meta fue dejando enterrados los tubérculos de una temporada para otra. En el momento que se sacan de tierra a fin de almacenarlos, empiezan a secarse y se lanzan a perder; tampoco sé qué tolerancia tendrán a la humedad si se quedan en tierra, pues pasan mucho tiempo inactivos (de septiembre a abril, aproximadamente).

Angelonia angustifolia
Pero no todo van a ser malas sensaciones. Otro ejemplar nuevo de este año está dando un resultado hasta el momento excelente. Se trata de un Delphinium híbrido, diferente al que tuve hace unos años y que, desgraciadamente, no pasó de su única temporada en la terraza a pesar de tener una floración estupenda. Este ejemplar actual, o ejemplares, puesto que hay varias rosetas independientes en la maceta, lo compré en una oferta de ALDI a principios de mayo. Lo he tenido a semisombra, con un sustrato en el que mezclé algo de tierra arcillosa con mantillo (realmente, algo que se vende como sustrato universal y que en su mayor parte es madera compostada) y regado exclusivamente con agua libre de cal. Finalmente, en poco más de dos meses he conocido su aspecto definitivo. La primera vara de flores empezó con unos capullos de color blanco y daba por hecho que sería el color final, puesto que otro compañero que compró en la misma oferta obtuvo flores de este color; a los pocos días, los extremos de las corolas sin abrir adquirieron un tinte violáceo que, finalmente, acabó derivando en unas flores semidobles de un color lila muy pálido. Al parecer, el resto de rosetas, una de ellas mayor que la que se encuentra en floración, siguen desarrollándose hacia arriba, con lo que probablemente todavía den que hablar en las próximas semanas.

Lobelia cardinalis
Otra nueva adquisición que está demostrando un buen rendimiento es la trepadora Mandevilla sanderi. Esta especie tropical pariente de las adelfas procede de Sudamérica y es muy popular en cultivo. La encontré en una tienda local a la que suelo acudir habitualmente y dado que era bastante económica, decidí llevármela. La he tenido esperando un tiempo, desde mediados de junio, dado que la pérgola de cañas para las trepadoras no la instalé -más bien, reinstalé, pues descarté la antigua para construir una nueva- hasta entonces. En el poco tiempo que estuvo en una maceta pequeña empezó a desarrollar un tallo alargado que tan pronto como lo acerqué a la malla se enredó en apenas un par de días, dando varias vueltas más conforme transcurrían las semanas. El ejemplar que tengo posee unas flores de intenso color rojo con el interior amarillento, con corolas fusionadas con aspecto de embudo con cinco lóbulos puntiagudos. No parece ser demasiado florífera, pero habrá que ver cómo se comporta según vaya ocupando espacio en vertical en su ubiación definitiva.

Ferocactus herrerae
Hay, por supuesto, especies que en el verano se encuentran en su salsa. No son muchas, pero son ejemplares que llevan varias temporadas floreciendo exclusivamente en verano y que, casualidad o no, resultan ser plantas muy resistentes que no parecen tener problemas en ninguna época del año, floreciendo cuando el resto no suele ser capaz de hacerlo. Una de ellas no tiene mayor secreto, pues se trata de un cactus, el Ferocactus herrerae, que obviamente está perfectamente adaptado a estas condiciones. Es el tercer verano consecutivo que florece y esta vez ha tardado algo más que el año pasado, que fue cuando floreció más pronto, en mayor abundancia y durante más tiempo. Sin embargo, las flores de color anaranjado se espacian lo suficiente como para durar durante varias semanas a pesar de que cada una apenas florece un par de días, y todavía le queda alguna que otra para estrenar en agosto. Eso sí, las flores se secan y se caen sin fructificar, cosa que no ocurre con sus compañeros de rincón los Mammillaria, que florecen en épocas de tiempo más suave y dedican el verano a engordar sus frutos.

Liatris spicata
Tres veranos lleva también la Lobelia cardinalis mostrando sus flores, planta que, al contrario que el cactus anterior, no podría tener un aspecto más delicado. Se trata de una herbácea que pasa la mayor parte del año sin demasiada actividad, con unas rosetas de hojas muy pequeñas que no se dan prisa en crecer hasta el tramo final de la primavera. Sus espectaculares flores rojas engalanan el rincón de semisombra durante semanas, pero nunca consigo que den semillas, probablemente por la necesidad de ser polinizadas. Sus largas corolas tubulares evolucionaron conjuntamente con los colibríes, y es probable que ninguna especie animal de nuestra región consiga emular a esos ágiles voladores de pico largo, ni siquiera las polillas más grandes. Este verano parece ser uno de los que más flores ha producido, y cuesta creerlo viendo la maceta en la que se encuentra, todavía la misma donde fue sembrada en otoño de 2013, que además de pequeña ha perdido mucho sustrato con los riegos y probablemente tenga una falta importante de nutrientes. Para cuando vuelva a su estado de reposo la pasaré a una maceta nueva con sustrato fresco, a fin de mantener a esta belleza norteamericana otros tantos veranos.

Lobelia cardinalis
Todavía lejos del fin de temporada, que siempre suele ser algo inconcreto según el carácter que presente el mes de septiembre, sí voy tomando algunas decisiones sobre el papel. La temporada próxima la centraré en tener más plantas de flor aprovechando la gran cantidad y variedad de semillas que he ido acumulando estos años, repartiendo las especies anuales más grandes en el contenedor y las más pequeñas en maceta, así como buscando una ubicación algo más estática para especies perennes interesantes tales como lamiáceas, compuestas y algunas leguminosas. Los bulbos, por su parte, serán objeto de una reordenación, pues de momento creo que es buena decisión dejar de lado las especies que, a pesar de que puedo adquirir a poco precio cada año, nunca funcionan como se espera. Al final, lo importante es no desaprovechar espacios, contenedores y su sustrato, que pasan muchos meses al año vacíos y que podrían dar más alegría y mejor rendimiento con inifidad de especies herbáceas de floración abundante. En absoluto retiraré los bulbos que han demostrado funcionar bien, como los Muscari, especie muy completa que resiste bien, se multiplica en abundancia y además es útil para las abejas. Como se ve, el verano es también tiempo de reflexión y planificiación.

domingo, 24 de julio de 2016

Arañas cangrejo, asesinas invisibles

Thomissus onustus, araña cangrejo
En la terraza conviven distintas especies de arañas, la mayoría de ellas pequeñas saltadoras que casi nunca consigo fotografiar con precisión debido a su nerviosismo, recorriendo la superficie donde se encuentran al ser descubiertas, generalmente una pared, hasta encontrar un escondite. Hay otras que viven sobre los tallos de las plantas y tan pronto como intento acercar la cámara, se van marchando a esconderse, imposibilatando la misión. En todos los casos, siempre me resulta curioso que estas criaturas sin alas consigan llegar con tanta efectividad cada año a la terraza, aunque lo más seguro es que estén siempre allí y no destaquen hasta haber crecido lo suficiente.

Araña cangrejo con Lasioglossum
Este debe con seguridad el caso de las protagonistas de la entrada, las Thomissus onustus, una especie de araña cangrejo que no falta prácticamente ningún año. Si bien no sería raro que hubiese otras especies de la familia en la terraza, esta es la que observo con asiduidad. Son arañas que se camuflan en las flores adoptando una coloración similar a la de éstas -blanca, amarilla o rosada- desde las que aguardan pacientemente a que se acerque algún insecto en busca de comida. Poseen un abdomen redondeado y rematado por dos bultos que apuntan hacia atrás. Los ejemplares tienen tamaños variados, que corresponderán a la edad y sexo de cada uno. Los más grandes, como en la mayoría de los arácnidos, son los de sexo femenino.

Cazando una abeja de la miel
Aguardar pacientemente en una flor es una estrategia sin duda muy conseguida: muchos insectos se alimentan de ellas y acudirán en un momento u otro para saciar su hambre o, como las abejas, recoger reservas para su descendencia. Las arañas cangrejo no tienen más que posicionarse con sus patas abiertas para abalanzarse sobre la desafortunada criatura que tenga la mala suerte de acercarse a la flor escogida por la araña para montar guardia. En la foto de la flor amarilla se puede observar como, efectivamente, la víctima ha sido una pequeña abeja Lasioglossum que ha caído en las fauces de una araña mimetizada perfectamente en el mismo tono que la Coreopsis lanceolata en la que se encuentra.

Araña cangrejo y Halictus scabiosae
El tamaño de las presas de las arañas cangrejo puede ser considerablemente mayor que el de éstas a pesar de que en la foto comentada la víctima tuviese un tamaño más o menos proporcionado. El mes pasado, mientras fotografiaba a una abeja Halictus scabiosae en una Cosmos, una pequeña araña la vigilaba. Es probable que no le hubiese hecho nada, pues la araña apenas era del tamaño de la cabeza de la abeja. Sin embargo, tuve mis dudas tras observar ayer una escena espectacular. Había un par de abejas de la miel en la terraza, muy escasas desde hace ya meses, y una de ellas descendió de manera extraña hacia el pequeño cactus Mammillaria nejapensis. Cuando busqué dónde había ido a parar la encontré con una araña cangrejo enganchada a su tórax. No sería raro que la araña no estuviese en el cactus sino en la Buddleja, desde donde salió volando la abeja, la cual quizá se la llevó detrás intentando huir. Sea como fuere, la araña acabó paralizando al insecto que la cuadriplicaba en tamaño.

Ejemplar pequeño en Leucanthemum
Hace dos temporadas, una hembra de esta especie de araña cuidaba de su saco de huevos en una planta seca que dejé intacta para que éstos se desarrollasen del todo. De ahí que suponga que, probablemente, las pequeñas arañas pasen desapercibidas hasta hacerse grandes e instalarse en las flores, viviendo escondidas entre las plantas durante sus primeros días. Se trata pues de un claro ejemplo de fauna asociada a un hábitat muy concreto y una muestra de lo salvaje que puede ser la vida incluso a pequeña escala. No obstante, su número suele ser bastante reducido y los encuentros con las abejas son por tanto escasos. Así es la vida, llena de peligros: unos cazan y otros son cazados a la que se descuidan.

sábado, 23 de julio de 2016

Helenium autumnale, calidez veraniega

Helenium autumnale, predominantemente roja
Que una planta elija pleno verano para ponerse a florecer y que además resista bien esas condiciones es algo muy a tener en cuenta. Si además es bonita y hasta útil, entonces su valor se multiplica. Hablamos de Helenium autumnale, una asterácea de llamativas cabezuelas abultadas que en plena mitad de este mes de julio ha estallado en floración.

Esta especie es originaria del sur de los Estados Unidos y bastante conocida en jardinería, existiendo diversos cultivares. Mis ejemplares llevan sólo tres meses en la terraza, pero por lo observado hasta ahora se trata de unas vivaces con una capacidad de desarrollo y vigor notables, pues han crecido a un ritmo vertiginoso y han alcanzado la floración plena en este breve periodo de tiempo.

Amarillo y rojo
Hacía tiempo que le había echado el ojo a esta especie, aunque en las tiendas de semillas. Por un motivo u otro, quizá la impaciencia de tener que esperar un tiempo indefinido para verlas en flor tras sembrarlas, nunca di el paso de adquirirlas. En abril, la cadena de supermercados ALDI, que el año pasado cerró sus tiendas en Sueca y Cullera y sólo me deja cerca las de Alzira y Algemesí, trajo una colección de plantas perennes con diversas especies interesantes, entre las que también se encontraba la Lychnis alpina que ya apareció en el blog meses atrás. La verdad es que faltó poco para no conseguir ninguna de estas plantas, pues no hubiera esperado que trajesen plantas interesantes en plena primavera después de que dejasen de traer la colección de vivaces, muy similar a esta, que traían todos los otoños; ni siquiera estaba al tanto de las ofertas y me enteré porque me avisaron otros compañeros aficionados a las plantas. En resumen, que justo cuando dejo de tener a mano estas tiendas traen cosas interesantes y poco faltó para no llegar a tiempo, pues en la primera tienda ya no quedaba ni una planta.

De dos tonos
Las Helenium, que en aquel momento desconocía si había uno o varios ejemplares, venían como las demás plantas en su maceta de 8 cm. de diámetro, lo que da una idea de su pequeño tamaño, aunque en su caso concreto las raíces estaban ya apretadísimas en tan pequeño recipiente. Tan pronto como las pasé a una maceta mayor el crecimiento se fue haciendo patente, llegando pronto a tener un tamaño acorde con el del tiesto. Para cuando se han abierto las flores, las plantas miden algo más de medio metro de alto. No las he movido del sitio desde que llegaron a casa, la pared al lado de la puerta de la terraza en la que el sol da durante buena parte de la mañana, aunque es el primer sitio de esta parte delantera en quedar a la sombra cuando el edificio de atrás hace de parasol.

Grupo de plantas
Como siempre hago al traer una planta nueva, lo primero que miré fueron sus cuidados por si había alguna característica a tener en cuenta. Por su procedencia y aspecto hubiera dado por hecho que las Helenium son de esas compuestas resistentes al calor y los suelos secos, como las Rudbeckia, Ratibida, Echinacea o Gaillardia. No es del todo así: el calor y el sol no es problema para ellas, pero el agua no debe escatimarse. Prefiere un suelo con humedad y durante los días más cálidos que ha habido mientras desarrollaba las flores no era raro ver las hojas caídas, que se recuperaban pronto nada más recibir su correspondiente riego.

En cuanto a su valor, tan pronto como se han juntado varias de sus cabezuelas, con discos florales casi esféricos y lígulas rectas que forman un disco alrededor de ellas, las abejas Megachile han aumentado sus visitas a la terraza notablemente. Desde finales de junio y tras la desaparición de las compuestas de flores amarillas, su presencia había pasado de ser regular a testimonial, multiplicándose exponencialmente con la floración de las Helenium. De esto hablaré en otra entrada; mientras tanto, queda el disfrutar de esta efectiva y llamativa compuesta que se ha ganado un puesto de honor en la terraza en su todavía breve estancia.

miércoles, 20 de julio de 2016

Visitantes de las flores

Vanessa cardui
Si hay plantas con flores y altas temperaturas, hay insectos a la vista. El verano es tiempo de crecimiento y expansión para estas criaturas que, bien sea de paso o bien instalándose por un tiempo, hacen de la terraza un lugar crucial para pasar algunos momentos importantes de su vida.

De abejas y avispas no hablaremos en esta entrada, pues son tan diversas e interesantes que este año ya les he dedicado varias entradas y seguramente todavía habrá algunas más en un futuro. Destacaría en primer lugar a los hemípteros, los chinches, con dos protagonistas muy comunes en la región. Uno de ellos es la chinche rayada (Graphosoma lineatum), una especie que se ha vuelto muy frecuente en la terraza. El año pasado, y no sé por qué no escribí sobre ello, llegaron a ser abundantes durante un largo periodo en el que se instalaron sobre las umbelas de los eneldos, donde podían observarse a menudo a ejemplares en plena cópula. En esta ocasión, ya sin umbelíferas donde posarse, de vez en cuando observo alguna merodeando por las demás plantas, siempre a pleno sol.

Graphosoma lineatum
La siguiente chinche es Corizus hyoscyami, una de tantas especies de color rojo con marcas negras, de las cuales he visto en otra ocasión en la terraza, como Spilostethus pandurus, si bien ésta no tiene relación cercana con la anterior puesto que ni siquiera pertenecen a la misma superfamilia. La Corizus la encontré en las flores secas de la menta poleo y se pasó días allí hasta que corté los verticilos secos para extraer sus semillas. Estaba allí a cada visita y simplemente se escondía detrás de un tallo si me acercaba mucho a la planta, sin hacer mención de echar a volar. Uno asociaría este comportamiento a que probablemente se estuviese alimentando de la planta o dejando allí a su descendencia.

Sciapus sp.
Las mariposas son siempre la gran asignatura pendiente de la terraza. Es inevitable que varias especies acaben pasándose por allí, pero son, bajo su condición de especies que se alimentan exclusivamente de flores, muy inferiores en frecuencia de visitas -y no digamos en número- a las abejas. Por ello, la visita de una vanesa de los cardos (Vanessa cardui) el último día del pasado junio fue todo un acontecimiento, especialmente porque permaneció tranquila durante un largo rato introduciendo su trompa en las florecillas de la Buddleja davidii. Mariposas de color naranja, y probablemente de esta misma especie, suelen pasar fugazmente por la terraza limitándose a hacer paradas muy breves y huir si detectan mi presencia, cuando no directamente ni se detienen. Por ello, algo tan normal como una mariposa libando en el llamado arbusto de las mariposas es algo especial para la terraza. Dio para grabar un fragmento de vídeo, mostrado a principios de mes.

Corizus hyoscyami
Las moscas son visitantes habituales de la terraza. Hay especies que aparecen con frecuencia en repetidas ocasiones y que en algunos periodos, como el invierno, llegan a ser los insectos más frecuentes entre las flores. Generalmente las especies que depositan sus huevos en la carroña y los sírfidos son las más diversas y frecuentes. Curiosamente, la presencia de sírfidos se ha ido desvaneciendo poco a poco y apenas se observa alguna especie de vez en cuando, mientras que en el campo los suelo encontrar prácticamente en cualquier punto en el que haya pequeñas flores silvestres. El único ejemplar a destacar en esta entrada es una de esas moscas que despiertan la curiosidad de uno al no ser una especie observada anteriormente: pertenece al género Sciapus, de la familia de las dolicopódidas o moscas de patas largas. Se las encuentra con frecuencia entre la hierba y son en cierto modo beneficiosas, pues se alimentan de pequeños insectos entre los que seguramente se encuentren algunos parásitos de las plantas.

martes, 19 de julio de 2016

Y llovió

Nicotiana alata
Cuarenta y cinco días. Eso es exactamente lo que ha tardado en llover, concretamente entre el 28 de mayo y el pasado 13 de julio. Acabó mayo y junio fue una sucesión de nubes que nunca llegaron a materializarse en lluvia a pesar de que en un par de ocasiones se vio caer alguna gota. Con julio estrenado, las esperanzas de que lloviese pasaban por alguna de las escasas pero no raras tormentas de verano. Quizá esta ha sido una de ellas, pero lo más destacable no ha sido que haya llovido, sino la sucesiva bajada de temperaturas que ha habido después. La lluvia dejó sólo 5,3 mm. en un día que la máxima sólo llegó a los 25,6ºC; también el viento, de gregal, tuvo protagonismo, pues la racha más fuerte alcanzó los 51,2 km/h., tumbando una vez más, sin consecuencias esta vez, la maceta de la Buddleja davidii.

La corta distancia entre Cullera y Sueca (unos seis kilómetros en línea recta) es suficiente para que se produzcan ligeros contrastes de temperatura: en Sueca siempre hace más calor y más frío que en Cullera, por lo general de uno a cinco grados de diferencia. Destaca en esta ocasión que, tras la lluvia y viento del día 13, han venido días con mínimas que consiguen bajar de los 20ºC en plena canícula. Curiosamente, incluso durante esta semana que acaba de comenzar en la que el interior de la península está siendo azotado por altas temperaturas, nosotros no lo estamos notando. No obstante, cabe esperar que en todo lo que queda de verano, o más concretamente, de canícula -casi un mes entero- el calor vuelva a presentarse. De momento, en la terraza las flores continúan su paulatino descenso dado que la mayoría de plantas van terminando su ciclo. No es el caso del tabaco de olor de la foto, un ejemplar que ha empezado a florecer ahora y que no sé si proviene de semillas o de restos de raíces de algún ejemplar que estuvo ya en esa misma maceta el año pasado.

sábado, 2 de julio de 2016

Días de luz



El salto hacia el verano se ha producido. En esta temporada, multitud de plantas se encuentran todavía en flor y la terraza sigue siendo punto de referencia para los distintos insectos que las visitan y añaden vida al conjunto vegetal que regala sus colores al sol. Como es habitual, a continuación se desglosa el contenido del vídeo escena a escena:

Durante los primeros segundos observamos las pequeñas flores de la Talinum paniculatum, una especie tropical de grandes hojas y diminuta floración rosada que se abre durante las tardes, tan pronto como los rayos del sol dejan de incidir directamente sobre ellas. Las flores duran tan sólo esa tarde y pronto producen multitud de semillas. En el cambio de plano pasamos a las cabezuelas de la Ratibida columnifera var. pulcherrima, una perenne ya veterana que, desde que sembré en 2013, ha florecido cada primavera, aunque ya parece que vaya necesitando un buen aporte de nutrientes para recuperar el tono.

Seguimos adelante y vemos una flor de Passiflora caerulea, otra veterana que lleva con esta seis primaveras conmigo, cinco en la terraza, pues la primera estuvo en el balcón de casa, y que con las buenas temperaturas empieza a producir flores de manera regular. De ella pasamos a otra tropical americana, la Commelina tuberosa, de hermosas flores azules que sólo duran unas horas, aunque en este caso sólo se abren durante las mañanas soleadas. Justo a un lado suyo florecen otras veteranas, las Aquilegia 'McKana' que, bien siendo las mismas plantas adquiridas hace tiempo o bien autosembradas a partir de semillas producidas por aquéllas, llevan ya en ese punto de la terraza cuatro primaveras floreciendo.

Como ya se ha observado en entradas recientes, las margaritas amarillas de las Glebionis segetum y Cota tinctoria son punto de interés de varios himenópteros. Observamos primero las pequeñas y oscuras Stelis, abejas cleptoparásitas, y a la avispa roja Rhynchium oculatum, que tiene particular gusto por el néctar de las flores. Nos vamos más abajo y nos encontramos con los cúmulos de flores de las Trachelium caeruleum 'Lake Michigan Purple', de corola tubular púrpura y largos estilos. Nuevamente, observamos a una Stelis, en esta ocasión sobre un capítulo de Cosmos bipinnatus.

Un par de contrastes. Vemos en semisombra las flores azuladas de la pequeña Lobelia erinus 'Crystal Palace' y saltamos a pleno sol, con las multicolores Portulaca grandiflora. De vuelta a las Cosmos, observamos cómo una abeja Halictus scabiosae se afana en recoger polen con los pelos de sus patas. Seguidamente observamos una sucesión de tonos cálidos: el de la Kleinia grantii, una Scabiosa atropurpurea roja y el montón de flores de una Iberis umbellata.

Durante los compases finales pasamos de observar a una avispa Scolia hirta descansando a una sucesión de flores: Buddleja davidii, Angelonia angustifolia de dos colores, Cosmos bipinnatus de nuevo, Pentas lanceolata roja y un pequeño conjunto formado por Zinnia haageana, Zinnia angustifolia y Dianthus gratianopolitanus, así como el capítulo de una Leucanthemum x superbum. Finalmente, cierra el vídeo una bella vanesa de los cardos (Vanessa cardui) buscando néctar en todas las flores que la Buddleja davidii le ofrece.

viernes, 1 de julio de 2016

Las avispas en junio

Rhynchium oculatum
Junio no sólo ha sido variado en cuanto a presencia de abejas, pues el otro gran grupo de himenópteros, las avispas, también se ha presentado en multitud de formas. Algunas son ya viejas conocidas, pero siguen viéndose otras nuevas y otras que han dejado el misterio en el aire al no dejarse fotografiar. La terraza es sitio de paso y parada también para estos insectos por lo general omnívoros que en la gran mayoría de casos también resultan, a su manera, útiles para las plantas, especialmente aquellas que se alimentan de polen o las que cazan orugas para dar de comer a las larvas que. al igual que lo harán las abejas solitarias, crecerán protegidas y surtidas de alimento en agujeros o en elaborados nidos.

Scolia hirta
Al igual que ocurre con las abejas, las avispas pueden ser solitarias o formar enjambres, aunque, eso sí, a pesar de que existen especies con claras preferencias por las flores, ninguna acumula néctar y polen en exclusiva para alimentar a su descendencia. La más frecuente de las avispas en la terraza, la avispa papelera, es una de las que viven en colonias de varias hembras que colaboran en alimentar a las larvas de la hembra dominante, que no es estrictamente una reina como ocurre en otras especies. A pesar de su omnivorismo, siempre sacan provecho de las flores que encuentran abiertas. Observo a menudo ejemplares de distintos tamaños y proporciones, probablemente machos y hembras.

Liris sp.
Durante este mes también ha sido habitual, aunque no numerosa, la presencia de la avispa roja Rhynchium oculatum. Esta es una especie solitaria doblemente beneficiosa, pues los adultos se alimentan de polen, viajando de flor en flor, a la vez que las hembras cazan orugas para surtir los nidos donde depositan sus huevos. Éstos son muy simples, pues simplemente utilizan cavidades que van tapando con barro. No sería raro que hubiesen criado en temporadas anteriores, en la antigua estructura de cañas que hice para las trepadoras -hoy sustituida por una nueva, más sólida- pues encontré algunos extremos tapados de barro. Parecen sentir preferencia por las compuestas amarillas y la Buddleja. Observo ejemplares de distintos tamaños, llamando la atención algunos muy voluminosos, casi con total seguridad hembras. Los machos, de tamaño más reducido, son similares en talla a las avispas papeleras.

Odynerus sp.
Otra avispa que se ha presentado en repetidas ocasiones es la alfarera Odynerus. Esta especie, constructora de pequeños nidos de barro, probablemente ya haya aparecido otras temporadas en la terraza sin que supiera identificarla. De hecho, el verano pasado observé en un par de ocasiones una pequeña avispa que cargaba con una oruga verde que no se detuvo en ningún momento, aunque no es la única avispa de este aspecto que tiene estas costumbres y desconozco si este género captura orugas de lepidópteros, pues al parecer algunas se alimentan de larvas de gorgojo. En la primera ocasión en que la observé, a la que pertenece la foto que ilustra la entrada, un ejemplar se entretenía mordisqueando las flores secas de Digitalis, probablmente atraíada por el sabor ya desvaído del néctar. En otras ocasiones simplemente la he visto pasearse por algunas plantas.

Polistes dominula
El resto de avispas observadas en la terraza han realizado una sóla visita o puede que, al menos, una sola parada. La Scolia hirta es una avispa de gran tamaño bastante común en la región aunque suele ser menos frecuente en las ciudades. La pude fotografiar ayer, aunque me pareció verla sobrevolando la terraza en días anteriores. Sea como fuere, no la observé acercándose a las flores a pesar de que los adultos, solitarios, sí suelen alimentarse de nectar. Las larvas se alimentan a su vez de larvas de algunos escarabajos en los cuales las hembras han depositado los huevos. En la misma tarde también pude observar una Liris, que se detuvo un rato, se puso a correr y se fue. Esta avispa también parasita a otros insectos, parece ser que grillos, que deposita en madrigueras. Otras dos especies de avispa que visitaron la terraza esta semana no pudieron ser fotografiadas: a una la tuve muy cerca y se marchó para no volver mientras hacía foco con la cámara: probablemente se trataba de una Sceliphron, otra alfarera. La otra, de color negro y largas patas traseras similares a las de un saltamontes, la he observado otras veces tanto en la terraza como en varios lugares más (incluso en el portal de mi casa), pero sigo persiguiendo capturar una imagen que permita identificarla. Espero que se presenten en alguna ocasión más durante el verano.

La presencia de avispas solitarias en la mayoría de ocasiones suele ser más testimonial que la de las abejas, quizá por su menor interés en las flores, aunque lo más seguro es que todas ellas sean especies habituales en los distintos ecosistemas de Cullera donde tendrán bien cubiertas sus necesidades.