sábado, 26 de noviembre de 2016

Reunión otoñal de Ipomoea

Ipomoea x sloteri
Durante esta temporada -pasada, podría decirse ya- uno de mis objetivos era aprovechar la primavera, en la que ya empiezan a aparecer los resultados de las siembras realizadas en otoño, para ocuparme de sembrar unas pocas trepadoras a fin de llenar, esta vez en serio, el entramado de cañas y malla plástica que reconstruí en el mismo rincón donde tuve una estructura similar que hice para la temporada anterior. Así, dado que se trata de plantas tropicales en su mayoría que pueden soportar sin problema los días de calor, la idea era que llenasen la malla y floreciesen durante el verano. Me dispuse a ello a finales de marzo, y aún así, entre fallos y correcciones, llegó el verano y la malla seguía prácticamente vacía. Habría que esperar un poco más a que los propios caprichos de las plantas y la ayuda de la meteorología empezasen a enfilar por el camino correcto.

Ipomoea nil blanca-violeta
La construcción del nuevo hogar de las Ipomoea se remonta al otoño anterior, ya que adquirí la malla plástica de 20x20 cm. a la vez que los tubos de riego exudantes. En enero recolecté las cañas más gruesas y rectas que pude encontrar, cortándolas ya a medida, y me hice con la tornillería que usaría para unirlas. Dado que no hubo plantas que poner hasta bien entrada la primavera, no monté la estructura hasta finales de junio. Aún así, las plantas trepadoras que había obtenido de semilla eran tan pequeñas que les costaría un tiempo aprovecharse de la malla. Sólo las que ya venían crecidas, como la Mandevilla perenne y un par de Cardiospermum que habían crecido con rapidez empezaron a asirse al entramado en pocos días. La primera Ipomoea en florecer fue la x sloteri, que también ha repetido durante las semanas en las que el otoño ha tenido temperaturas suaves. El resto, sólo a partir de septiembre,

Ipomoea tricolor 'Heavenly Blue'
Con todo, hay que decir que es el año que mayor variedad de Ipomoea he conseguido reunir. Si bien no todas llegaron a buen puerto, han habido al menos 6 tipos distintos en flor: la mencionada x sloteri, un par de variedades de purpurea, una nil, una tricolor y una setosa, así como una sagittata que perdió casi toda su parte aérea y ha rebrotado, pero no ha florecido en ningún momento. Su punto álgido ya hace días, semanas incluso, que pasó, pero varias de ellas han tenido un crecimiento y floración llamativos. Por ejemplo, la Ipomoea tricolor comenzó de manera discreta pero pasó varias semanas produciendo una o dos flores al día, llegando hasta la parte superior de la malla aunque sin recorrer parte del espacio horizontal como ocurrió con la planta que tuve en octubre de 2014, en cuya entrada ya se puede leer que las temperaturas fueron mucho más cálidas que las de este año. Aparte, el entramado de cañas era algo menor.

Ipomoea nil rosada
Algo que les ha ido particularmente bien a las Ipomoea fueron las primeras lluvias del otoño. Es curioso que las plantas, puestas en macetas en abril y mayo, sufrieran una tremenda clorosis desde el primer momento -algunas ni siquiera lograron sobrevivir- y el reiterado aporte de agua de las lluvias las reverdeciese y las hiciera crecer. Como ocurre muchas veces, escapa a mi conocimiento si realmente esos riegos que producen amarilleos en las hojas no provocaban esa situación no por exceso, sino porque el agua calcárea bloqueaba la absorción de hierro en las raíces de las jóvenes plantas. Sea como fuere, las lluvias corrigieron este problema e incluso han permitido mantener a las Ipomoea sin tener que regar las macetas en más de tres o cuatro ocasiones en dos meses.

Ipomoea setosa
Como representantes de la frecuente Ipomoea nil hubo un ejemplar de flores blancas teñidas de violeta que alcanzó el segundo puesto en el ránking de altura después de la I. tricolor. Le siguió de cerca la I, purpurea 'Carnevale di Venezia', quizá algo menos florífera durante esta mitad del otoño, y otra nil de flores rosadas que no se prodigó de manera continuada. Por otro lado, una especie que me costó de identificar e incluso de ver en floración fue la I. setosa, una Ipomoea de tallos púrpura cubiertos de espinas blandas y hojas divididas en tres lóbulos angulosos. Daba igual cuando fuese: siempre encontraba las flores a punto de abrirse o ya cerradas y marchitándose. No descarto que la planta floreciese de noche y sólo en una ocasión llegase a tener la suerte de encontrar una flor abierta por la mañana. Como testigo de sus floraciones quedan unas enormes y abultadas cápsulas de semillas que a día de hoy siguen tiernas. Parece ser que esta especie es perenne y forma tubérculos bajo tierra, como su pariente la batata.

Sabiendo ya lo que les puede llegar a costar encontrar el ritmo a estas plantas -ya no sólo las Ipomoea, sino a todas las trepadoras tropicales en general- quizá sería buena idea sembrarlas antes, a mediados o finales de invierno, a fin de aprovechar mejor la malla de cara al resto de meses de temperaturas agradables. Por el momento parece que la andadura de las especies anuales va tocando a su fin ya que el progresivo descenso de horas de luz y temperaturas empieza a hacerles mella.

martes, 22 de noviembre de 2016

Sírfidos en otoño

Xantogramma pedissequum
Además de las variadas y eficientes abejas, la terraza recibe otros tipos de polinizadores que si bien no son tan numerosos ni frecuentes, en alguna ocasión suelen cobrar protagonismo apareciendo durante periodos en los que no hay más especies. Muy por delante de las avispas, mariposas y otros insectos están las moscas, ya que especies de distintas familias hacen acto de presencia durante los doce meses de año y la mayoría de ellas encuentran sustento succionando el dulce néctar de las flores. Una familia en concreto mantiene una relación especial con las flores, y esos son los sírfidos. Los adultos se alimentan exclusivamente de néctar y polen mientras que sus larvas pueden ser desde detritívoras hasta cazadoras activas de algunas plagas vegetales, como los áfidos. Con un ciclo vital también breve pero distinto al de las abejas, que se dedican exclusivamente a procrear y recolectar provisiones para sus nidos en las pocas semanas de vida que tienen por delante, muchos sírfidos aparecen en la terraza entre el final del otoño y el inicio de la primavera, cuando los himenópteros están casi del todo ausentes. De hecho, las únicas abejas que se pueden ver estos días de manera puntual son las Apis mellifera y las Lasioglossum.

Helophilus trivittatus
En estos últimos tres años he contado al menos 20 especies de abejas en la terraza, incluyendo algunas que ni siquiera he podido identificar pero confío en hacerlo en cuanto tenga oportunidad de fotografiarlas, siempre y cuando vuelvan . Los sírfidos, hasta hoy, llegan a poco más de la mitad de esa cantidad. La mayor afluencia fue en abril de 2015, cuando les dediqué una entrada al observar hasta 8 especies distintas en un mismo día, de las cuales algunas no he vuelto a ver más. Este otoño está siendo particularmente prolífico, aunque más en variedad que en cantidad. Sí hubo, sin embargo, varias semanas en las que las Eristalinus taeniops fueron particularmente abundantes, momentos recogidos en el vídeo de la entrada anterior.

Eupeodes sp.
Entre septiembre y noviembre han sido 7 las especies que se han ido presentando en la terraza. Una de ellas es la habitual pero algo más escasa Eristalinus aeneus, de grandes ojos de colores y exoesqueleto de color broncíneo. Suele aparecer en la terraza en épocas frescas, algo menos durante la primavera, en la que otros sírfidos similares todavía resultan corrientes. También sigue apareciendo de vez en cuando la Eupeodes que, si bien no podría asegurarlo, me da la impresión de ser algo mayor y de un amarillo más intenso que las habituales Eupeodes corollae que se presentan durante gran parte de la primavera. Suelen estar revoloteando por la zona de la terraza donde coloqué a la mayoría de plantas perennes, junto a la barandilla que da a la calle.

Episyrphus balteatus
A pesar de lo vista que la tengo por la terraza, durante este mes de noviembre la presencia de una Episyrphus balteatus me hizo dudar. Al parecer, los machos -como el ejemplar en cuestión- son algo más robustos que las hembras y me dio la impresión de que se trataba de una especie más grande. La revisión posterior de las fotos sirvió para la determinación final. Esta especie es la más típica de los sírfidos durante el invierno, siendo muchas veces el único insecto, junto a otras moscas, que visita algunas de las pocas flores que hay para entonces. Tras revisar fotos de otras ocasiones, caí en la cuenta que hasta ahora no había observado nunca a un ejemplar macho. Por lo general llaman la atención por lo estáticas que son capaces de quedarse mientras vuelan y por su escaso tamaño, apenas un poco mayor que Syritta pipiens, la especie más pequeña entre las habituales y que también he observado estas últimas semanas, estando presente de forma ininterrumpida desde el final del invierno pasado.

Eristalinus aeneus
Siempre llama la atención observar especies nuevas de familias conocidas. A principios de mes, durante unos breves instantes, la mosca Helophilus trivittatus pasó unos instantes deleitándose con una caléndula en flor, la primera de este otoño. Es la primera y la única vez que la he observado hasta ahora. Se trata de un sírfido de tamaño algo mayor al habitual, quizá tanto como el más grande de los que visitan la terraza, Eristalis tenax. aunque más estilizado. También en una ocasión durante este mes se ha presentado la Xantogramma pedissequum, una bonita especie de vivo contraste amarillo y negro que sólo había visto en una ocasión, precisamente en aquel abril de 2015.

Nunca descarto observar más especies puesto que en el campo que nos rodea he observado al menos un par de especies más que no reconozco y nunca he observado entre las flores de casa. El pasado agosto, aunque fue en Sueca y no en Cullera, observé por primera vez a la Volucella zonaria, un enorme sírfido de tamaño superior al de un abejorro. Sería estupendo que alguna vez se pasara por las flores de la terraza. Quién sabe si en un futuro, y con la introducción de plantas que florezcan de manera ininterrumpida durante todos los meses cálidos, la afluencia y variedad de insectos consigue aumentar todavía más su ya interesante diversidad.

domingo, 6 de noviembre de 2016

El gradiente del otoño



El camino hasta esta casi mitad del otoño ha sido muy relajado. Las temperaturas han ido subiendo y bajando sin llegar a ser frías en ningún momento, pero eso parece que va a cambiar a partir de esta semana que comienza. También las lluvias han sido el elemento clave para propiciar un buen estado general para las plantas y sus inquilinos. En el vídeo, que esta vez recoge imágenes de dos meses y no de pocos días como ocurría en la prolífica primavera, apreciamos varios de estos beneficios que el buen tiempo de los primeros días de otoño propicia.

Comenzamos con unas vistas a las flores de Habranthus brachyandrus, un lirio de lluvia que reaccionó de manera positiva a las primeras lluvias en septiembre. Eso sí, esta vez ha sido el único en florecer ya que las Zephyranthes dejaron de hacerlo en verano. Después observamos a otra especie típicamente otoñal, el áster de Nueva York (Symphyotrichum novi-belgii) que con este son cinco los otoños que lleva floreciendo, pero nunca con la magnitud del primer año. Aunque esta temporada ha mejorado considerablemente, en invierno se le hará un aporte de sustrato nuevo y abono a fin de que consiga mejorar todavía más.

Los insectos siguen teniendo su protagonismo. La abeja Amegilla garrula sigue visitando hasta hoy, ya noviembre, las pocas flores que encuentra de su agrado. En esta primera aparición la vemos sobre la Buddleja davidii, de la cual es más probable que aproveche el energético néctar y no el polen, su principal objetivo ahora que deberá dejar listo su nido para que la futura generación se desarrolle para el año próximo. En la siguiente escena observamos a los siempre efectivos Oxalis bowiei, protagonistas de varios otoños, y una de tantas formas de Ipomoea nil, en este caso de flores blancas con un ligero tinte lila.

La esfinge colibel Macroglossum stellatarum ha sido un visitante regular de las tardes al comienzo de la estación otoñal. Presente casi todo el año, ha ido apareciendo de manera puntual en la terraza desde febrero, aunque su presencia ha sido algo más escasa que en la temporada anterior y siempre muy fugaz. Sólo en esta ocasión, en septiembre, se prestó a ser grabada mientras recogía con avidez el néctar de la siempre efectiva Buddleja davidii. De aquí saltamos de nuevo a otro par de Ipomoea: la I. tricolor 'Heavenly Blue', la especie de mayores flores, con un llamativo tono celeste, y la I. purpurea 'Carnevale di Venezia', con una tonalidad que parece hecha a base de salpicaduras de color. Posteriormente observamos a dos lamiáceas: una albahaca que se mantuvo prácticamente en suspensión desde que fuera sembrada el año anterior, comenzando a florecer este pasado septiembre, y la encantadora Clinopodium nepeta, con sus pequeñas e interminables flores sonrosadas.

Otro Oxalis, el triangularis, aprovecha los benignos días del otoño para volver a florecer. En esta ocasión se le realizó una división y cambio de sustrato en otoño que se ha traducido en una mejora sin igual, con mayor densidad de hojas de gran tamaño. También con decenas de flores, aunque ya llegó así, se encuentra el Plectranthus 'Mona Lavender', un híbrido ornamental sudafricano amante de la sombra. Sudafricanas son también las Gazania, que en los últimos años han hecho de los días soleados de otoño e invierno su época predilecta para florecer.

Nuevamente la Buddleja sirve de despensa para un insecto, en este caso el sírfido Eristalinus taeniops, de bello colorido similar al de una abeja. Se han vuelto abundantes estos días, y también su pariente Eristalinus aeneus, que no aparece en el vídeo y que es menos frecuente en la terraza, empieza a aparecer a diario. Las flores de la Thunbergia alata que aparece después, y que ha mejorado conforme avanza el otoño, no suelen sin embargo recibir visitas de muchos insectos.

Finalmente, observamos la relación casi improvisada de un insecto y una planta: la Amegilla garrula con sus frenéticas visitas a la albahaca. Ya observé esta relación entre especies en septiembre en una casa de campo que poseía una mata grande de albahacas en flor, y simplemente tuve la suerte de que hubiera sobrevivido un ejemplar en la terraza, con lo cual el patrón se ha repetido. No obstante, habrá que tenerlo en cuenta para el año que viene y preparar una buena cantidad de plantas de albahaca, así como otras lamiáceas, para que estas especies de abeja tan tardías tengan una fuente de alimento entre finales de verano y el otoño. Seguramente no les quede mucho tiempo de vida ya y haya que esperar cuatro meses, hasta febrero, para que empiecen a volar sus parientes las Anthophora plumipes junto con otras especies tempranas de abejas solitarias.