jueves, 31 de marzo de 2016

Leucocoryne, la gloria del Sol chilena

Leucocoryne 'Andes'
Mi suerte con las bulbosas es tremendamente variable, parece no tener matices: o es blanco, o es negro. Unas pocas especies me han sobrevivido durante años, otras funcionan bien el primer año y luego nada más, y otras, directamente, nunca terminan de ir bien. Apenas un poco entre medias existe un pequeño reducto de especies que al principio no parecen estar dando resultados pero, si se tiene paciencia, la espera hasta la siguiente temporada puede valer la pena y acaban estableciéndose. Y este es el caso de la especie que protagoniza esta entrada.

Las Leucocoryne son amarilidáceas sudamericanas estrechamente relacionadas con los ajos y cebollas, aunque a primera vista sería en lo último en lo que pensaríamos. Sí tienen esas inflorescencias radiales como muchas especies de la familia, pero el aspecto de las flores tiene un aire que quizá nos recuerde más al de las iridáceas. Son parientes cercanos suyos los muy populares Ipheion, los cuales tienen flores más parecidas a las de un ajo, aunque mucho mayores, y curiosamente las hojas y bulbos llegan a tener un ligero olor a ajo que no encontramos en Leucocoryne. Además, salvando distancias, las dos especies proceden del mismo continente.

Detalle de una flor
La historia de Leucocoryne en la terraza se remonta, con sus trabas, a primavera de 2013. En aquel invierno previo adquirí un pack de 10 bulbos de ejemplares mezclados. Brotaron bien, todo hay que decirlo, y aunque no florecieron los pude encontrar a casi todos tras perder la parte aérea y escarbar en la maceta. En aquel entonces tenía montado en la terraza el gran contenedor para bulbosas (idea que a día de hoy me parece absolutamente descabellada) y allí que fueron a parar aquel otoño, perdiéndoles totalmente la pista a partir de ahí ya que estaban en un punto donde no brotó nada. Así pues, no fue hasta finales de invierno de 2015 que decidí darle otra oportunidad al género y adquirí un nuevo pack del que salieron los que aparecen en esta entrada. Más o menos el patrón se repitió, brotando bastantes de ellos pero sin florecer. En mayo ya habían perdido las hojas y poco después se me ocurrió buscar los bulbos bajo tierra, que ya estaban sin raíces y no querían ni una gota de agua más, así que los guardé en seco.

Grupo de flores
Finalmente, los replanté en una maceta para ellos solos en otoño y brotaron de nuevo. Como ocurre con muchas plantas originarias de climas templados suaves que provienen de cultivos holandeses, les cuesta un poco adaptarse a un clima -el mediterráneo- que, al fin y al cabo, es más adecuado para ellos que el de los Países Bajos. Así, como ya ocurriese con las Freesia híbridas, los bulbos hacen un "recalibrado" durante su primer ciclo verano-otoño y empiezan a crecer como toca y cuando toca, llegando a la primavera listos para florecer. Esto es siempre una sorpresa con especies que nunca he tenido y mi alegría no pudo ser mayor al empezar a ver, a principios de este marzo, cómo salían de entre las pocas hojas de las Leucocoryne los pedúnculos con sus flores.

Una umbela completa
Ya no sólo tuve suerte de conseguir que floreciesen, sino que además están resultando ser unas plantas de lo más agradecidas. Pasan las semanas y no dejan de abrirse flores nuevas, mientras que las más viejas apenas se deterioran, con lo que tenemos agrupaciones que aguantan semanas. Además, como ya ocurre con otras amarilidáceas -ajos incluidos- las flores emanan un agradable aroma que se aprecia con sólo acercarse a la maceta donde están las plantas. Claro, que también es cierto que se han juntado bastantes flores y la efectividad es por tanto bastante alta.

Varias varas florales
Sin ser del todo algo negativo, resulta curioso que el "mix" de Leucocoryne no haya dado de sí ni una sola planta diferente a las que se ven en las fotos: Leucocoryne 'Andes'. Se trata del cultivar más popular de este género y, aunque no he podido encontrar información que lo aclare, lo más seguro es que no sea más que una forma seleccionada de la especie Leucocoryne purpurea, prácticamente idéntica aunque con mayor variedad de patrones. Esta especie es originaria de Chile, donde recibe el apropiado nombre de cebollín púrpura. "Gloria del Sol" es también un nombre regional que se da en Chile a diversas especies de este género.

El futuro de las plantas en la terraza, que han llegado a producir unas diez varas florales -aunque diría que no conservé los diez bulbos de un año para otro, sino que habrá varios que se han multiplicado durante el otoño- pasará por respetar el periodo de reposo de la planta, que puedo hacer de manera sencilla llevando la maceta al interior de la casa. Todo sea por mantener a estas bellezas tanto tiempo como sea posible y, si puede ser multiplicándose, mejor que mejor.

martes, 29 de marzo de 2016

Mammillaria spinosissima, pinchos y guirnaldas

Mammillaria spinosissima
Desde que descubrí lo bonitos y fáciles de obtener que eran los cactus en flor, siempre que he tenido oportunidad he traído alguno a casa. Y, sinceramente, no tengo más porque temo quedarme sin sitio para otras plantas, ya que las cactáceas siguen siendo tan populares y fáciles de encontrar por todas partes -hasta supermercados- que no resulta difícil hacerse con varias especies de ellas. Aún así, siempre hay una época del año en la que apenas hay novedades, allá por otoño-invierno, en la que siempre pienso en salir en busca de algunas especies más y, casi seguro, algún año cumpliré con lo planeado.

El protagonista de esta entrada es el Mammillaria spinosissima, una de las especies más populares y fáciles de encontrar de este género tan ampliamente conocido y cultivado. Es probable, además, que la variedad que tengo sea la llamada 'Rubrispina', que posee espinas rojizas que le confieren un halo de esta tonalidad a la planta entera. Hay ejemplares con espinas blancas y un aspecto no demasiado diferente: aparentemente las espinas largas son más largas y rectas, mientras que las rojas, además de más cortas, ocasionalmente se curvan en el extremo a modo de garfio. Por lo demás, la planta no presenta muchas más diferencias entre una variante y la otra.

Detalle de las flores
La planta la compré en un vivero, a un euro, en abril del año pasado. Lo hice porque la vi con unas pocas flores y me pareció pues un ejemplar afianzado, que o bien continuaría floreciendo en aquel entonces o lo haría a la temporada próxima. Al final, como se ve en la entrada y si se busca en el blog, lo ocurrido ha sido lo segundo. El año pasado terminó de florecer durante la primera semana que estuvo en casa, pero este año las flores han empezado a asomar enseguida, a principios de marzo. Nada raro teniendo en cuenta que los otros dos ejemplares que tengo de este género han hecho lo mismo: el Mammillaria hahniana empezó a producir flores tempranamente, a finales de otoño, aunque ni de lejos ha llegado al nivel del spinosissima; por otro lado, del M. nejapensis sería más fácil contar los meses al año en que no tiene flores que los que sí las tiene. Quien dice meses, dice semanas. El año pasado, incluso, produjo frutos.

Vista global de la planta
Al Mammillaria spinosissima le he estado haciendo fotos y descartándolas posteriormente casi todo el mes. Los descartes respondían simplemente a que, cuando creía que ya estaba en su máximo, me sorprendía acumulando más flores, y tardé unas semanas hasta dar con el clavo. Y es que esta especie es, hasta la fecha, la que produce las floraciones más densas de todos los cactus que tengo. Además, las flores también son las más grandes de los Mammillaria que cultivo y, como he podido comprobar, atractivas para los insectos. Las abejas gustan de detenerse un rato en ellas a buscar alimento, incluso en días en que el cactus no las ha abierto del todo, especialmente durante las recientes lluvias a mediados de mes.

Los cuidados no tienen demasiado secreto. Como a los demás cactus, lo planté en una mezcla de arcilla y arena y no ha tenido problema alguno, al contrario. Durante épocas frescas apenas hay que regarlos, obviamente todavía menos si hay lluvias de por medio; sólo durante las semanas más calurosas del año los riego a prácticamente el mismo ritmo que a las demás plantas, esto es, cada 2-4 días. Sin problemas de por medio, una planta de este tipo nos puede acompañar y regalarnos sus flores durante muchos, muchos años.

domingo, 27 de marzo de 2016

Maravillas de Sudáfrica II

Felicia heterophylla
Marzo continúa siendo el escenario perfecto para las plantas sudafricanas. Con el otoño ya lejano y suficientemente desarrolladas, tanto las especies anuales como las bulbosas, así como algunas perennes, comienzan a engalanarse. Algunas ya empezaron el mes pasado, siendo de las primeras plantas de este año nuevo en florecer, mientras que otras han ido mostrando sus mejores bazas durante este mes y parecen tener la intención de continuar durante un tiempo más. Conozcamos pues aquellas que han destacado más durante estas últimas semanas previas a la llegada de la primavera:

Freesia laxa
Freesia laxa. La planta se encuentra en su segundo año en la terraza y, como el año pasado, no ha defraudado. De hecho, se ha adelantado un mes respecto a la temporada anterior y sus flores rojas han empezado a destacar desde principios de marzo. La planta brota desde un cormo y, aparentemente y debido a la diferencia entre la posición que ocupaban el año pasado y la de este, parece ser que el cormo que ha crecido un año desaparece tras formar cormos nuevos que llegarán a la siguiente temporada con el tamaño adecuado para volver a florecer.

Grupo de Nemesia strumosa 'Carnival'
Nemesia strumosa 'Carnival'. Floreciendo de manera espectacular desde febrero, algunos ejemplares han dado todo de sí durante este mes y comienzan a vislumbrarse las primeras cápsulas repletas de semillas, que parece ser que cuentan con un ala transparente cuando están frescas -las semillas originales que planté no las tenían. Al año que viene la idea es no plantarlas en el contenedor junto al resto de especies, sino en una maceta para ellas solas, dado que lucirán mejor al aislarlas. Crecen de golpe en un corto periodo de tiempo y lo que parece que van a ser unas plantas de escaso porte acaba siendo una mata de plantas de 60 cm. de alto llenas de flores en su cumbre. Los colores de éstas, por cierto, apenas se han movido entre el blanco y el anaranjado, cambiado de intensidad y tono según maduran. Por ejemplo, unas se abren blancas y acaban siendo amarillo pálido, mientras que otras comienzan de color rosado, pero el tono va oscureciendo y retirándose dejando a la vista un color anaranjado. No hay ejemplares blancos, rosados o rojos verdaderamente puros.

Felicia heterophylla
Felicia heterophylla 'The Blues'. Especie anual de Felicia que ofrece un aspecto distinto al de su pariente perenne F. amelloides. con un azul más cercano a los tonos violáceos -similar al de los muscaris- que al nítido celeste de su congénere. Además, el disco de flores es purpúreo en lugar de amarillo. Con la especie tenía una cuenta pendiente ya que, a lo visto, las primeras semillas que adquirí estaban en mal estado y jamás vi una germinar. Este otoño pasado me animé a pedir unas nuevas en otra tienda y quedó claro que las anteriores estaban pasadas. Germinan de manera tremendamente sencilla una vez expuestas a la humedad. Como anuales que son, en lugar de formar un pequeño arbusto se conforman con una pequeña mata tierna que no deja de emitir flores regularmente. A pesar de que las flores que aparecen en las fotos ya empiezan a deteriorarse, las plantas parece que seguirán formando unas cuantas más. Quizá el único pero que les puedo achacar es que cuesta encontrar un capítulo "perfecto", algo que la amelloides hace regularmente. Como ella, las lígulas de los capítulos se enroscan mirando hacia abajo cuando el sol se retira. El nombre de 'The Blues' aparece siempre que buscamos la especie en tiendas (que, dicho sea de paso, no es demasiado difícil de encontrar) pero la planta no tiene nada de diferente de la forma original silvestre que, evidentemente, es de este mismo color azul. Sí hay, sin embargo, cultivares con las flores rosadas, menos atractivas en mi opinión.

Arctotis híbrida
Arctotis híbrida. Es una planta bastante conocida desde hace bastante tiempo, pero parece, al menos aquí, algo menos popular que otras margaritas perennes africanas como puedan ser las gazanias, gerberas o dimorfotecas, o las Euryops incluso, que últimamente veo en la mayoría de jardines urbanos. Esta Arctotis es un híbrido creado en cultivo hace ya bastante tiempo, cruzando Arctotis (Venidium) fastuosa con Arctotis stoechadifolia. Ocasionalmente se la conoce como x Venidio-arctotis, aunque desconozco la validez de tal denominación al ser un híbrido artificial. Visto lo visto, es capaz de dar semillas fértiles, pues así fue como la obtuve. Eso sí, tuvo que ser al segundo intento, en otoño de 2015, después de fracasar el otoño anterior. El resultado ha sido una planta que florece con regularidad aunque cada capítulo dura bastante poco y cuesta encontrarlos totalmente abiertos al sol. El color, bueno, de tantas opciones llamativas que existen, acabó saliendo una tonalidad blanquecina con un tinte dorado. Se trata de una planta perenne y es probable que, de ir bien, la acabe pasando a una maceta para ella sola dado que se encuentra en una maceta grande donde mezclé diferentes especies, muchas de ellas anuales.

Freesia híbrida blanca
Freesia híbrida. Una vieja conocida del mundo de la jardinería y una de las bulbosas más fáciles y representativas para un clima como el nuestro. Fue, sin embargo, una especie que no me llamó mucho la atención hasta que el año pasado me apareció un ejemplar superviviente al que le había perdido totalmente la pista -sólo compré estas plantas una vez, en marzo de 2012- y me convenció su sencillez de cultivo, belleza y, lo mejor, su estupendo perfume. Así pues, el año pasado volví a comprar otro paquete de cormos. Debido quizá al cambio que tienen que asimilar desde los cultivos holandeses a nuestra mediterránea Cullera, el primer año hay que tener paciencia ya que sólo sacan hojas que se van deteriorando de cara al otoño. Es entonces cuando ya se sitúan y comienzan su ciclo en serio, volviendo a crecer y floreciendo bastante pronto, en febrero-marzo (aunque son capaces de empezar antes). El origen de la planta, también artificial, se remonta a una serie de cruces entre las especies Freesia alba/refracta, F. leichtlinii y F. corymbosa, todas bastante parecidas entre sí.

Felicia amelloides
Felicia amelloides. Otra planta relativamente conocida en los viveros, donde todavía se la conoce como "Agathea coelestis". Esta especie ya estuvo en la terraza en el invierno-primavera de 2014 tras ser adquirida en mayo de 2013, pero el ejemplar empeoró de manera significativa después, con lo que la estupenda floración celeste no se dejó ver en el invierno de 2015. A finales de ese año adquirí otro ejemplar no sin reservas, pues sólo quedaba uno en la tienda, muy pequeño y amarillento. Quién me iba a decir que sólo tres meses después estaría disfrutando de una planta que no tiene nada que envidiar a la que tuve antes. Todavía de una talla contenida, el espectáculo de flores azules lleva en marcha sin parar desde principios de mes. Me gustaría, eso sí, saber si me puedo adelantar a ese declive que sufren (parece ser una perenne que no vive muchos años), bien sea a base de esquejes o bien sea por semillas, las cuales la planta al parecer sí produce pero nunca he visto que germinen, ni siquiera las que pierde, que suelen ser la mayoría.

Nemesia strumosa con un colorido similar a un huevo frito


Freesia híbrida de color rosa
¿Qué esperar los próximos meses de las plantas sudafricanas? Bien, las anuales siguen a pleno rendimiento y, si todas son tan prolificas como la Dimorphotheca sinuata, que es capaz de pasarse varios meses floreciendo sin parar, las expectativas son buenas. De hecho, y aunque no han aparecido en esta entrada, las Arctotis fastuosas siguen produciendo sus grandes capítulos con regularidad. Del mismo modo, la Osteospermum continúa adelante con su floración mientras que la Gazania que esta temporada se ha dedicado a florecer durante el invierno parece haberse cansado ya. Respecto a las bulbosas, numerosas especies plantadas en temporadas anteriores o durante este mes aguardan bajo tierra y es todavía una incógnita saber si funcionarán o no. También hay crasas, aunque es presumible que estas no se manifiesten hasta bien entrada la primavera. Sea como fuere, estas pequeñas muestras de belleza sudafricana todavía tienen bastante que ofrecer.

viernes, 25 de marzo de 2016

Despertar tras la lluvia


La primavera llega a Cullera con unas precipitaciones que alivian momentáneamente la preocupante ausencia de lluvias durante el transcurso de 2016: del 1 de enero al 18 de marzo sólo había acumulados 19 mm., pero entre estos días 19 y 22 de marzo, la cifra ha aumentado en 10,5 mm. Son cantidades todavía escasísimas, pero aún así necesarias durante estos días que, además, están siendo más frescos de lo habitual para una segunda quincena de marzo, otra pequeña compensación por el cálido invierno precedente.

Como es habitual por estas fechas, las anuales que llevan desarrollándose desde el otoño pasado comienzan a entrar en el punto álgido de su floración. Florecen a montones las Gilia tricolor, amapolas de California, Nemophila menziesii y linarias, entre otras. Tanto color, y aprovechando los momentos en que deja de caer agua del cielo, hace que los insectos acudan con mayores ímpetus en busca de alimento. No sólo a las abejas les gusta el polen, pues también atrae a moscas como la Calliphora vicina, con la dudosa reputación de pasar su etapa como larva comiendo carne en descomposición; a la parasitoide de bello colorido Gymnosoma, o a la Syritta pipiens, un sírfido y, esta sí, una mosca totalmente ligada a las flores. También las avispas, como la siempre abundante Polistes dominula, aprovechan para buscar algo dulce entre las flores, algo habitual dado que son omnívoras.

Pero, sin lugar a dudas, son las abejas las que tienen más trabajo estos días. Las Apis mellifera no dejan de visitar cada vez más flores, explorando nuevas posibilidades para aprovechar al máximo sus visitas a la terraza. Las Anthophora plumipes también siguen llegando a diario, siendo ahora bastante frecuentes los nerviosos machos, dificiles de captar debido a su rápido vuelo y prácticamente ninguna intención de posarse más allá de medio segundo en alguna flor que requiera profundizar algo más con su larga lengua para obtener néctar. Otras especies solitarias, como las del género Andrena, también han encontrado esta isla de flores de colores variados en el centro de la ciudad.

Floraciones de bellos colores se prolongan como las de la Leucocoryne 'Andes', una bulbosa chilena de flores perfumadas relacionada con los ajos, o la Phacelia viscida, de llamativo color azul intenso, que le confiere un aspecto que parece aunar caracteres de Nemophila con Borago. No se pueden pasar por alto tampoco las grandes agrupaciones de flores de la Schizanthus x wisetonensis o los últimos narcisos 'Tête-à-tête'. Primavera en estado puro.

jueves, 24 de marzo de 2016

Equinoccio primaveral

Stylomecon heterophylla
La primavera de 2016 comenzaba bastante pronto esta vez, concretamente a las 5:30 de la madrugada del pasado domingo día 20, quedando entre dos efemérides que como en muchas localidades valencianas se celebraban en Cullera: la Cremà, el final de fiesta de las Fallas, y el Domingo de Ramos. El tiempo sigue de momento suave, con máximas que hasta ahora no llegaban a los 20ºC pero que tras los últimos episodios de paso de nubes y precipitaciones puntuales han comenzado a aumentar, y se prevé que las temperaturas vayan a más conforme avance la semana, así como el templado y seco viento de poniente. Las lluvias, por su parte, no han sido especialmente cuantiosas pero han duplicado el acumulado que teníamos en la primera quincena, con precipitaciones esporádicas entre los días 18 y 22; el domingo 20 por la madrugada cayó la mayor cantidad, poco más de 4 mm., siendo hasta ahora el último día en que ha llovido y dejando por el momento a este mes de marzo con 21,3 mm., cantidad que todavía no permite hablar de manera optimista: en marzo de 2015 llovió casi el triple durante una semana seguida que abarcó estos mismos días. En lo que llevamos de 2016 tan sólo se han registrado 29,6 mm. Poco, demasiado poco.

Phacelia viscida
Aún así, estos días, entre riegos y lluvias que se producían horas después de haber regado, las plantas no han pasado sed. El martes la tierra estaba tan húmeda en todas las macetas, y las temperaturas tan bajas (menos de 15ºC) que opté por irme sin regar. Grabé tomas de un nuevo vídeo que pondré en la próxima entrada, aprovechando que con el espacio entre lluvias los insectos habían vuelto a recolectar alimento de las flores apresuradamente. Entre las plantas, pocos cambios respecto a hace una semana aunque, dadas las fechas en las que estamos, las especies más crecidas, en especial las anuales, van añadiendo a la lista de plantas en flor a más y más especies. Muchas son viejas conocidas, como las Schizanthus x wisetonensis, que han florecido del mismo color que el ejemplar del que obtuve las semillas y que han resultado un alivio, pues parecía que a las dos plantas se les secaban los ápices de los tallos en donde iban a desarrollarse flores. Ahora comienzan a cargarse de ellas, así que los aparentes problemas no han sido tales.

Clarkia unguiculata
Otra especie que cultivo por segundo año consecutivo es la Clarkia unguiculata, que es la primera de este género que florece: el año pasado fue, precisamente, la última. En la temporada anterior la sembré en febrero y floreció apresuradamente a finales de abril, muriendo poco después. En otoño conseguí volver a separar semillas de una mezcla de flores -las de la planta que cultivé fueron devoradas en su totalidad por gorgojos tras guardar las cápsulas secas- y la planta creció grande y sana, llegando a ser durante un tiempo la planta más alta del contenedor hasta que especies más estilizadas consiguieron sobrepasarla. Las flores, en cambio, han resultado ser totalmente distintas a las de la planta anterior, que eran rosadas y con un aspecto más fiel al silvestre: las de este año son de un vistoso color rojo, pero quizá demasiado llamativas y con pétalos algo más grandes y arrugados. Es una incógnita saber si sus futuras semillas darán plantas como ésta o puede aparecer alguna con el aspecto más silvestre de las del año pasado. En efecto, no contaba con que esta planta pudiera ser variable como sus parientes Clarkia amoena, también sembradas en el contenedor.

Gymnosoma sp.
Entre las plantas nuevas para este año encontramos a la ya mencionada con anterioridad Phacelia viscida, la estupenda especie norteamericana con flores azules que a partir de estos días ya comienzan a abrirse de dos en dos. Movido por la curiosidad, y recordando el agradable aroma de su pariente la Phacelia tanacetifolia  y de manera similar, aunque más débil, en la Phacelia grandiflora, se me ocurrió olerla y lo que me encontré fue algo inesperado. Aquí no hay un perfume agradable parecido al de los narcisos como en sus parientes, sino un olor que recuerda a orín de gato, algo que estaba acostumbrado a encontrar en las martiniáceas que he cultivado desde hace ocho años (Ibicella, Proboscidea y Martynia) pero que no esperaba en esta planta, si bien es más tenue que en aquéllas. Las flores atraen abejas de vez en cuando, aunque parece ser que en sus idas y venidas las pasan por alto, prefiriendo detenerse en el montón de florecillas de la Linaria 'Grenada Sol' o en la gran mata de Mauranthemum que hay un estante más arriba, en una maceta -la que aparece en la foto de esta entrada- donde planté diversas especies y en poco tiempo las espontáneas margaritas, que venían en la tierra, se hicieron con el control.

Salvia viridis 'Blue Monday'
Otra especie totalmente nueva para este año es la amapola Stylomecon heterophylla. Se trata de una amapola de origen norteamericano, natural de California y el noroeste mexicano. Los estadounidenses la conocen como "Wind Poppy", amapola de viento, y no sé de dónde vendrá el nombre pero por lo que veo diría que alude a su resistencia a este elemento. Normalmente las amapolas Papaver, a las que se parece mucho, duran apenas dos o tres días antes de que los pétalos acaben llevados por el viento. La primera flor de Stylomecon, que se ve en la foto ya sin pétalos, pues han caído totalmente esta mañana, ha durado una semana entera. Tienen un tono naranja muy vivo, con unos pétalos de aspecto menos brillante que los de Eschscholzia californica o las Papaver nudicaule del mismo color: en Stylomecon el naranja es más llamativo si cabe. El aspecto de la planta es similar a las amapolas Papaver típicas, con una roseta basal, aunque con la floración crece un tallo cuyas hojas tienen lóbulos más estrechos que las de la base, y sobre éste aparecen los pedúnculos florales que, a diferencia de los de las Papaver, independientes y con una sola flor, pueden ser varios en cada tallo.

Clarkia unguiculata, detalle de la flor
Una de las novedades más exitosas entre las anuales cultivadas este año ha sido la Salvia viridis 'Blue Monday'. Todos los ejemplares plantados en el contenedor han sobrevivido -incluso en la época en la que se sufrió el ataque continuado de los caracoles, que apenas las mordieron- y al parecer no ha quedado ninguno sin florecer. La planta durante su floración es perfecta para combinar entre otras especies altas: forma unas espigas alargadas de floración laxa, con verticilastros de flores pequeñas relativamente separados entre sí. En el ápice le crece, como ocurre en otras lamiáceas, un conjunto de brácteas coloreadas -en el caso de este cultivar, de color morado- que simulan ser una flor a la vista de atraer posibles polinizadores. En este caso no parece ser necesario tal artimaña, pues las abejas enseguida descubrieron las pequeñas florecillas, en especial las Anthophora plumipes, que llevan todo el mes visitándola con la misma frecuencia que a las linarias.

Mauranthemum paludosum
La terraza sigue siendo despensa y descansadero de multitud de insectos, especialmente abejas, algunas moscas y las primeras avispas Polistes que comienzan a dejarse ver. Las Anthophora plumipes siguen incansables, aunque ahora la proporción entre ejemplares de distintos sexos parece haberse equilibrado tras un inicio de la floración en el que predominaban las hembras. También se presenta con una asiduidad nunca vista la Rhodanthidium sticticum, de la que llama la atención la desproporción de tamaño entre sexos, siendo en este caso los machos bastante más grandes que las hembras. Entre las moscas ha aparecido una especie que no había visto hasta ahora: se trata de Gymnosoma, un género -llegar a la especie no es tarea fácil- de la familia Tachinidae, a la que también pertenece Trigonospila transvittata, una especie observada muy puntualmente en la terraza. Se trata de una mosca de bella coloración negra y anaranjada que, como otros miembros de esta familia, se reproduce parasitando a otros insectos.

Schizanthus x wisetonensis
Comienza pues una nueva primavera en la terraza que, visto lo visto, parece que sólo sea una fecha en el calendario y no un punto de partida verdadero, puesto que aquí las cosas llevan ya un tiempo de lo más animadas. Quedan, eso sí, montones de especies que todavía reservarán sus mejores galas para las próximas semanas e incluso meses: la experiencia de otros años dicta que, por mucho que el tiempo -el meteorológico- parezca ir algo desacompasado, hasta el mismísimo final de la estación en la segunda quincena del mes de junio hay tiempo para ir descubriendo flores nuevas casi en cada visita. No queda más que sentarse a ver cómo se desarrolla todo, pues con los elementos presentes y pasados cercanos -preocupante falta de precipitaciones, invierno sin frío y un verano anterior demasiado cálido- las cosas desde luego no van a ser tal cual uno las espera.

sábado, 19 de marzo de 2016

Matthiola longipetala, el alhelí crepuscular

Matthiola longipetala
Estamos acostumbrados a ver flores que necesitan ubicar al sol en el firmamento para abrir y dirigir sus flores hacia éste. Esto es muy lógico, puesto que con ello quedan expuestas y su néctar alcanza la temperatura idónea para que los polinizadores se sientan atraídos. En la terraza viven o han vivido plantas que incluso, si durante el día las nubes no dejan de interferir entre ellas y el sol, no abren las flores ni en las horas centrales del día. Sin embargo, existen plantas que muestran un comportamiento totalmente revertido, esto es, que esperan pacientemente a que el sol deje de incidir sobre ellas para comenzar a abrir sus flores. Todos conocemos la fragancia nocturna del galán de noche (Cestrum nocturnum) y las flores abiertas desde el atardecer del dondiego de noche (Mirabilis jalapa), así como algunos cactus. La protagonista de esta entrada tiene la peculiaridad de hacer esto mismo aunque tratándose de una planta anual.

Otra flor de una segunda planta
Matthiola longipetala es, como se deduce por su nombre, una especie de alhelí muy relacionada con el conocido alhelí cuarenteno (M. incana). Tiene, sin embargo, un aspecto más grácil que el de éste, con estrechas hojas de margen dentado y una coloración verde grisácea, más similar al incana perenne que al anual, que es verde brillante. Conseguí separar semillas de una mezcla de flores, lo cual no es demasiado complicado ya que tienen un tamaño manejable y aspecto diferenciable, aunque su identidad se reveló cuando tuvieron varias hojas verdaderas, puesto que no era descartable que las semillas pudieran pertenecer a otra crucífera, Hesperis matronalis. De ésta no he conseguido hasta ahora dar con una semilla. Las plántulas resultantes, dos, las repiqué al contenedor de anuales aun cuando tenían un aspecto un tanto lánguido. No obstante, alrededor de enero-febrero ya se las veía grandes y decididas a asomar entre las hojas de todas las plantas que las rodean. Ni la menor incidencia de luz durante el invierno ni el mayor ritmo de crecimiento de su vecinas parecieron ser óbice para que llegadas a la mitad de marzo las plantas comenzasen a emitir sus varas florales.

Espiga de flores
Sin poder confirmar que sus flores efectivamente se abrían en horas de oscuridad, las primeras veces las encontré siempre cerradas. Como las plantas las visito a unas horas concretas, cuando más sol hay, habría que aprovechar alguna visita a Cullera fuera de este horario para intentar encontrar alguna flor abierta que, además, durante sus horas de actividad emite un perfume que ya no se aprecia al cerrarse. Tuve la oportunidad de ver flores un par de días, no necesariamente en plena noche, pues muchas veces a media mañana veía a las flores todavía cerrándose, lo que parecía indicar que comenzaban su cierre cuando el sol estaba fuera, poco antes de iluminar la terraza. Así, la primera ocasión que tuve fue poco antes de las nueve de la mañana del viernes (primera y última foto) y hoy, en mitad de la tarde, todavía las he vuelto a ver en pleno proceso de apertura. El aroma comienza a emanar cuando se abren y es un perfume suave y muy agradable, distinguible del de su pariente. Las flores de la variedad silvestre suelen ser de color violeta, aunque mis dos ejemplares han salido rosados con el centro blanco. Dado que no suelo estar de noche allí, no tengo ni idea si son capaces de atraer insectos nocturnos, pero es de suponer que este horario se debe a que la planta habrá evolucionado de manera conjunta para permitir su polinización cuando no hay sol.

De nuevo, la experiencia de encontrarse con una planta que florece por primera vez en la terraza es agradable, y más contando con un toque que la hace diferente a las demás, en este caso su peculiar horario de floración. Como siempre, mi intención para próximas temporadas es volver a sembrar, si puede ser en mayor cantidad, con las semillas que espero dará esta planta. Y quién sabe, puede que me lleve una maceta a casa para poder observar y disfrutar de su color y fragancia cuando cae la noche.

viernes, 18 de marzo de 2016

Llamando a las abejas

Rhodanthidium sticticum en Phacelia viscida
Con una terraza en flor que desde finales de febrero parecía que fuese un mes por delante respecto a temporadas anteriores, la entomofauna llega a la ciudad de Cullera desde, posiblemente, los muy cercanos campos baldíos que bordean el casco urbano por oeste y sur -y parte del este, antes de llegar al mar- y el monte bajo de la Serra de les Raboses que hace de límite norte. Por supuesto, también hay especies que aprovechan los asentamientos humanos para establecer su hogar o el de su descendecia. A pesar de existir una variedad amplia de insectos en la zona, hay especies más proclives a introducirse en la ciudad y encontrar lo que quieren. Por ejemplo, las mariposas no escasean en el campo y monte, pero cuestan bastante de ver dentro del casco urbano con la salvedad de las Macroglossum, las Pieris o las Leptothes. Las demás, no sé muy bien por qué, no suelen hacer mención de detenerse a buscar comida en la terraza aún cuando las observo a escondidas para intentar no asustarlas. Este mes, por ejemplo, he observado Vanessa atalanta y Papilio machaon pasar fugazmente por la terraza apenas unos segundos; no obstante, la segunda especie llegó a poner huevos en los eneldos el año pasado.

Andrena sp.
Los himenópteros son sin duda los más dados a visitar reiteradamente la terraza. Les siguen de cerca los dípteros, las moscas y mosquitos: los segundos llegan a poner huevos en las cubetas de agua que pasan días llenas en otoño, mientras que de las primeras se observa una gran variedad que abarca varias familias, muchas de ellas estando sólo de paso -hay especies que nunca he vuelto a ver tras la primera vez- pero otras sabiendo bien a lo que vienen: los sírfidos a por flores, y otras tantas especies a por el compost de materia vegetal en descomposición. Incluso las moscas cuyas larvas son necrófagas, como Calliphora vicina (uno de los insectos más comunes de la terraza, si no el que más) vienen a disfrutar del sabor de las flores. Entre los himenópteros, y quitando las hormigas que se presentan intermitentemente -el año pasado eligieron un mal sitio para instalarse: el contenedor- es común encontrarse varias especies abejas, avispas e icneumónidos: las primeras son las que más motivos tienen, pues se alimentan exclusivamente de néctar y polen ellas y sus larvas; las demás son todavía más variadas y apenas he conseguido identificar unas pocas especies, y con la mayoría ni siquiera lo intento debido a que son tan pequeñas que costaría hacer una foto decente. Las avispas más grandes suelen ser omnívoras, aunque muchas de las especies que también visitan la terraza son cazadoras de orugas que utilizan para dar de comer a su prole, lo que las convierte indirectamente en beneficiosas.

Osmia sp.
Hoy volveremos a hablar de abejas, como en la entrada escrita a finales de febrero sobre las primeras que comenzaron a visitar las flores y, nuevamente, dejando fuera a la abeja común no por omisión, sino porque poco más se puede decir de ella. Es la especie más abundante, la más incansable y la más polifacética al ser capaz de investigar todas las flores posibles nada más éstas empiezan a diversificarse. Tremendamente adaptada, pocas flores hay a las que no pueda acceder y sacar provecho, utilizando su lengua y acumulando el polen en las corbículas, el órgano especial de las tibias de sus patas traseras. Tienen por supuesto sus plantas favoritas, pero tan pronto como descubren otras candidatas a su alrededor les empiezan a dedicar tiempo. Así pues, vale la pena ubicar plantas muy llamativas para ellas, como las boragináceas, girasoles y caléndulas o muscaris, entre otras, para conseguir una atracción mutua que permita que las abejas encuentren comida variada y las flores se beneficien de su valiosa ayuda en la polinización.

Anthophora plumipes 
Comenzamos hablando de nuevo de la que se ha convertido en la abeja protagonista de esta temporada: Anthophora plumipes. Después de los frustrantes intentos de fotografiarla durante 2015, la temporada actual está resultando más satisfactoria con esta especie, ahora más accesible y dejándose conocer mejor. Desde finales de febrero volvieron a aparecer por la terraza, pero esta vez, por lo poco que puedo recordar para comparar con la temporada anterior, parece ser que las primeras en venir fueron las hembras. Éstas, seguramente pensando en su maternidad, son mucho más minuciosas que los machos a la hora de recoger comida. Se detienen en las flores, indagan -aunque nunca dedicarán más que unos segundos- e incluso conocen trucos como el producir una frecuencia determinada en las flores de boragináceas para obtener polen: de hecho, sólo con escuchar este zumbido que cambia de grave a agudo me doy cuenta de que hay una de ellas libando. A pesar de que no pude captar este curioso comportamiento, sí obtuve unas tomas en las que se observa a una hembra de esta especie visitando meticulosamente a las Cerinthe major:



Los machos, por su parte, son bólidos casi imposibles de captar. Lo más gracioso de todo es que en la mayoría de las escasas ocasiones en que se detienen un segundo más de la cuenta, lo hacen cuando no tengo la cámara conmigo. Grabarlos en vídeo resultaría complicado por sus vaivenes, pero de vez en cuando se dejan captar en alguna foto. Tan sólo pierden unas décimas de segundo cuando, en las linarias, tienen que posarse para abrir los lóbulos y llegar al centro de la flor. Siendo una especie variable, en nuestra región parece ser que el patrón más común es el de color marrón oscuro con bandas más claras en el abdomen, pelos castaños en el tórax y anaranjados en las corbículas para las hembras, con los machos de color grisáceo y la distintiva marca clara en su cara, que en la hembra es totalmente negra. Estas abejas tienen una buena razón para su nervioso vuelo, y es que producen su propio calor a base de precalentar con los músculos de las alas. Debido a esto y a su tamaño voluminoso, necesitan tal cantidad de energía que apenas tienen tiempo para detenerse. Los machos dan pasadas veloces acudiendo siempre a los puntos donde saben que hay flores nutritivas y, de vez en cuando, persiguen a las hembras que se cruzan en su camino.

Halictus scabiosae
Dejando a un lado las abejas apinas, pero sin salir de Apoidea, encontramos en la terraza a un visitante recurrente: Halictus scabiosae. Esta especie tiene un tamaño variable, ligeramente inferior a una abeja común, y recoge polen con las escopas, vellosidades adaptadas. que tiene en sus patas. Desde el año pasado las veo visitar frecuentemente a las compuestas de grandes capìtulos, sean caléndulas, crisantemos tricolores o cosmos. Bastante más tranquilas, se posan en las flores y van moviéndose sobre ellas para recoger polen a la vez que liban néctar. Su distintiva coloración, con el tórax amarillento con bandas oscuras, hace fácil diferenciarlas de un vistazo de otras abejas. Por otro lado, recientemente he detectado la presencia de una Andrena, género muy numeroso y con especies muy similares y variables, con lo que la identificación completa queda en el limbo. Se trata de un ejemplar que de un vistazo rápido podría pasar por abeja común, pero la ausencia de corbículas es lo primero que llama la atención: en una observación más detallada descubrimos un abdomen menos voluminoso que el de las abejas de la miel, con un par de bandas rojizas, y una cabeza de aspecto visiblemente distinto al de aquéllas. Es, sin embargo, una de las abejas más tranquilas que me he encontrado y hacerle fotos sin que se sintiese molestada fue tremendamente sencillo.

Rhodanthidium sticticum
La familia Megachilidae, la de las abejas cortadoras de hojas, tiene también una representación importante en la terraza, siendo hasta el momento una de las que más especies distintas he observado, más las que puedan habérseme pasado por falta de material gráfico. En febrero ya comenzaron a llegar las Osmia, hembras todas ellas y que he visto de momento en pocas ocasiones, y durante esta primera quincena de marzo han sido particularmente frecuentes unos ejemplares del mismo género aunque machos en esta ocasión. Al igual que en la anteriormente mencionada Andrena, su variabilidad y diversidad hacen difícil llegar hasta el nivel de especie. Menudas y nerviosas, estas abejillas de color marrón y largas antenas muestran también preferencia por los capítulos en forma de margarita de las compuestas, dando una vuelta sobre todo el conjunto de flósculos y saliendo volando inmediatamente, realizado vuelos erráticos por todas las plantas y volviéndose a detener cuando encuentran algo de su agrado.

Anthophora plumipes 
También ya en esta primera quincena se ha dejado ver un megaquílido conocido, más grande que el anterior y más llamativo: la abeja roja Rhodanthidium sticticum. Especie que conocía ya de los prados costeros de Cullera, donde suele frecuentar las matas de Echium sabulicolum, resultó curioso el observarla mientras recogía polen con cautela: primero lo hizo en varias pasadas sobre las Dorotheanthus bellidiformis, con escasos segundos sobre cada flor, pero fue descubrir la Phacelia viscida y su atención sobre la flor aumentó el tiempo de permanencia, lo que me permitió hacer fotos más afinadas. En esta familia las escopas se encuentran debajo del abdomen, lo que hace más ineficientes a los insectos para la recogida de polen, pero el continuo desprendimiento de éste hace que la polinización sea más efectiva cada vez que se posan en una flor. Es el año que más pronto veo a esta abeja, que solía aparecer en abril; falta por ver a su pariente similar de mayor tamaño y color amarillo, Anthidium florentinum, cuya última cita en la terraza fue el pasado verano junto a una muy florida Pentas lanceolata, que paradójicamente ahora tiene pocas flores y casi ninguna visita.

A falta de venir la primavera y traer consigo más especies, el efecto llamada de las flores agrupadas en masa está dando grandes resultados con las abejas. El equilibrio entre plantas y sus polinizadores es, además de beneficioso para ambos, un espectáculo siempre maravilloso. Con las flores que quedan por abrirse y el previsible aumento de temperaturas que pueda haber durante las próximas semanas, el ir y venir de estos estupendos insectos será algo a tener en cuenta para seguir conociendo la fauna autóctona y anotar cuáles son las flores que más les gustan para futuras temporadas.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Una quincena de marzo

Nicotiana alata
Ha transcurrido medio mes de este marzo encargado de cerrar uno de los inviernos más irregulares de los últimos años y la situación se revierte cuando quedan los días contados para la llegada de la primavera. Las temperaturas están ahora manteniéndose frescas, más incluso que durante febrero -mínimas inferiores a 10ºC han habido las mismas en esta quincena que en todo el mes pasado- y las máximas sólo se han disparado en dos ocasiones por encima de los 20ºC, a diferencia de los dias centrales de febrero que tuvimos, más propios del mes de abril. Siempre es beneficioso que durante la época en la que la floración comienza su periodo de máximo apogeo las temperaturas sean soportables. ¿Y la lluvia? También esta quincena está resultando ser la más lluviosa de lo que va de año, aunque lo triste es que se pueda decir esto con apenas 10 mm. acumulados durante tres días (7, 9 y ayer, 14). Es, sin embargo, lo mismo que había llovido desde diciembre hasta febrero. Así de peliaguda es la situación.

Linaria 'Grenada Sol'
Hemos visto durante estas semanas la floración de muchos bulbos, la de las Linaria maroccana, la de plantas sudafricanas que no siempre siguen el mismo ritmo que el resto de especies y, en general, un buen número de especies que quedaron recogidas en un vídeo realizado con varias tomas grabadas entre el 3 y el 5 de marzo y que cualquiera diría que corresponde a mediados de abril. Con el pistoletazo de salida dado hace más de un mes, la cantidad de especies que se suman a la carera de la floración cada semana es notable. Y aunque pueda parecer mucho, todavía queda una cantidad apreciable, especialmente de anuales, que o bien están mostrando los primeros indicios de su futura floración o, por el contrario, ni siquiera dan pistas de ella todavía. En general, usar como guía el calendario del año pasado no parece estar sirviendo de mucho, pues hay plantas más adelantadas y otras que apuntan a que se retrasarán un poco más de la cuenta; por supuesto, también las hay que están floreciendo en los mismos días en que lo hacen año tras año.

Phacelia viscida
A finales de febrero comenzaron a florecer con normalidad las Cosmos bipinnatus. Y digo "con normalidad" porque no hay año en que éstas y sus parientes Cosmos sulphureus no comiencen con flores ridículamente pequeñas o deformes, como si la planta no pudiera ir bien desde el principio. En muchas ocasiones las plantas ni siquiera mejoran, acaban muriendo con un aspecto raquítico. El ejemplar de flores blancas de la foto apenas ha florecido durante un par de semanas y no parece que esté formando nuevos capítulos. Junto a él parece que se estrenará durante la segunda quincena del mes un ejemplar de flores rosadas. Quizá debería mirar por sembrarlas a partir de ahora en macetas muy grandes, aunque sea acompañando a otras plantas, donde quizá se desarrollen mejor. Un buen grupo de cosmos con sus grandes flores sobre frágiles tallos es un espectáculo estupendo, pero que prácticamente no ha sido visto en la terraza desde otoño de 2012.

Cosmos bipinnatus blanca
También los últimos días de febrero se sumó a las linarias una nueva especie, la de menor tamaño de todas ellas: se trata de Linaria nevadensis (o aeruginea ssp. nevadensis) en su cultivar 'Grenada Sol'. Es una especie endémica de la andaluza Sierra Nevada, aunque el cultivar seleccionado pierde un poco sus características al repetirse el patrón de plantas relacionadas como Linaria maroccana o Anthirrinum majus: las flores son de colores llamativos y variados. En mi caso, el único ejemplar conseguido tiene flores moradas, que al principio eran más claras, lila, aunque lo achaco a una posible clorosis que sufrió durante su desarrollo, que fue muy rápido entre enero y marzo, y que conseguí corregir un poco con quelato de hierro. Las semillas de esta planta venían en una mezcla de unas pocas especies y sembré unas cuantas presuntas linarias al azar, estando entre las opciones esta especie o bien su pariente Linaria maroccana 'Confetti'. Las flores son tan grandes como las de su mencionada congénere y gustan por igual a las abejas, aunque los pétalos a los pocos días de abrir las flores aparecen llenos de marcas. La planta es muy pequeña -unos 10 cm. de alto- y al parecer, perenne. El tiempo lo dirá.

Cerinthe major
Las atractivas boragináceas -e hidrofiláceas- son algunas de las más frecuentes protagonistas estos días. Al éxito que están suponiendo las Cerinthe major, visitadas por las abejas a diario y que espero se traduzca en una buena producción de semillas, se suman varias especies nuevas. La primera en florecer de todas ellas ha sido toda una sorpresa, puesto que ha dado el estirón en apenas un mes y no contaba con que quedase ninguna. Se trata de Phacelia viscida, tercera especie del género que cultivo y con un aspecto cuanto menos espectacular. Las plantas germinaban con facilidad en otoño, pero a las pocas semanas de trasplantadas (en el contenedor de las anuales y en una maceta) los caracoles las descubrieron y debieron encontrarlas deliciosas, porque no dejaron ni una. O al menos, eso creía: meses después, una planta de aspecto similar a Phacelia grandiflora asomaba en una de las macetas donde planté mezcladas anuales que no entraron en el contenedor. Sus flores azules confirmaron la identidad. Aproximándonos, descubrimos que éstas tienen un aspecto muy parecido a la mencionada grandiflora, del tamaño de las de Nemophila menziesii y con el intenso color azul de una borraja. Gustan a las abejas, aunque al haber crecido en un punto aún sin flores parece faltarle algo de "efecto llamada".

Tropinota en una Layia
Los insectos, por cierto, aprovechan esos momentos en que no haya nubes ni amenaza de lluvia para venir a llevarse un poco de comida. Parece no importarles mucho el aroma que a nosotros nos llama la atención, pues las perfumadas flores de Nicotiana alata, que este año florece un mes antes y las flores no se cierran durante el día, casi nunca reciben visitas. No obstante, hemos llegado al punto en el que un día soleado hace que casi todas las flores de gran tamaño con posibles cargas de néctar y polen bien a la vista sean revisadas por diversas especies de insectos. Actualmente el número de especies de abeja es el más nutrido -habrá una futura entrada acerca de ello-, con las moscas, en especial los sírfidos, aún en cifras bajas tanto en cantidad como en variedad. Lo mismo las avispas, habiéndose presentado hasta ahora las papeleras Polistes y las alfareras Eumenes. Las mariposas, escasas como siempre, aunque hoy una fugaz macaón se ha dejado ver por la terraza sin apenas detenerse. En cuanto a escarabajos, el habitual Tropinota squalida descubrió las recién florecidas Layia platyglossa y se pasó más de la cuenta investigando, arrancando algunos flósculos de un capítulo, pero nada más. No es lo mismo que está ocurriendo por desgracia con los narcisos, que siguen siendo atacados por un enemigo no identificado que agujerea o mutila sus flores y que, por suerte, no está afectando a otras bulbosas.

En plena semana de Fallas, y con una segunda quincena que parece que comenzará con la misma inestabilidad atmosférica que estamos viviendo ahora, habrá que esperar que el tiempo colabore un poco y deje caer unas pocas lluvias para afrontar la primavera que, aunque parezca que lleve mes y medio en marcha, todavía comienza dentro de cuatro días.

jueves, 10 de marzo de 2016

Los colores de la Linaria maroccana

Linaria maroccana rosada
Hay un sinfín de plantas anuales que, aun manteniendo su morfología original apenas sin diferencias sustanciales con la variedad silvestre, salvo quizá formas más compactas, han llegado a nuestras manos en forma de mezclas de colores que se convierten en una auténtica lotería a la hora de adivinar el color que tendrán sus flores. He cultivado, y lo sigo haciendo, numerosos ejemplos de esto: Dorotheanthus bellidiformis, Anthirrinum majus, Zinnia elegans, Papaver nudicaule, Schizanthus x wisetonensis o las más recientes Nemesia strumosa. Se trata de plantas de las que es prácticamente imposible encontrar una coloración que coincida con el de la planta silvestre auténtica, y eso cuando no llevan también genes de otra especie cercana, como en el caso de la Papaver nudicaule "doméstica", la cual no es realmente una muestra pura de esta especie. Hay otros casos en los que prefiero el original antes que la mezcla de colores, como la Centaurea cyanus, de la que sólo un año planté semillas de colores variados al azar pero no encontré que aportasen la misma belleza que el espléndido color azul original.

Amarillo-violeta
Linaria maroccana es uno de esos ejemplos. No he sido siquiera capaz de encontrar información sobre la planta silvestre, su aspecto, su distribución... tan sólo lo que su nombre sugiere, esto es, que procede de Marruecos o al menos es una de sus zonas de origen. Es, de algún modo, como la versión estilizada de su pariente Anthirrinum majus, aunque todavía no sé si igual de prolífica autosembrándose, como sí ha demostrado su todavía más cercana congénere la Linaria reticulata, la cual este año florece a montones sin haber sembrado intencionadamente ni una sola.

Del mismo modo que ocurre con los antirrinos, el único rasgo común que comparten las L. maroccana multicolores es la mancha amarilla del interior de la corola, que puede estar más o menos extendida, pero nunca ausente. El resto de colores se mueven en la línea del blanco, violeta, magenta y amarillo, con mayor o menor profusión de unos u otros (el magenta puede ser casi rojo o un rosado muy pálido). En mi caso, debido a que sólo tengo cuatro ejemplares, la variación no ha sido muy acusada aunque lo interesante es que no hay dos iguales. El más distante es de un pálido color amarillento con la espuela de color violeta, tono que también asciende por la corola en forma de finísimas nervaduras. Es, no obstante, el ejemplar que peor lo ha tenido ya que no ha sido capaz de crecer bien entre plantas más altas. Es probable que creciese más tarde y por ello no haya podido adaptarse, ya que el primer ejemplar en florecer. también más grande, sobrepasó sin problema al resto de sus vecinas.

Blanco-rosado
Originalmente, los primeros intentos de siembra de Linaria maroccana se remontan a otoño de 2014. Partí de muy poco material: una pequeña cantidad de semillas que me regalaron con otra compra, a pesar de que en varias mezclas de flores que también adquirí aparecía esta especie en la lista; al ser tan pequeñas es prácticamente imposible separarlas o diferenciarlas de otras semillas de similar talla y en el hipotético caso de querer conseguir alguna planta habría que sembrar al azar un buen número de semillas lo más similares posibles. Este método me ha funcionado en ocasiones, pero siempre en las que las semillas eran de un tamaño y forma distinguible a simple vista y, aún así, a veces hay equivocaciones.

 En 2014 sólo llegó a germinar una, que fue tan mal que tras unos pocos meses sin crecer bien se acabó secando. Repetí la prueba en 2015 y conseguí mantener a un par de ejemplares que trasladé del semillero al contenedor una vez tuve controlado el problema con los caracoles, esto es, con el armazón de malla mosquitera que impedía su entrada ya colocado. Las dos plantas crecieron sin problemas aunque, cuando comenzó a florecer la primera, de la segunda ya no encontraba rastro. Hay actualmente una segunda planta que florece en una posición cercana -la de la tercera foto de esta entrada- y desconozco si es el ejemplar en cuestión que ha crecido inclinado hacia el fondo o simplemente una planta distinta.

Rosado y cambiante
Esa es la otra parte de la historia. Hay en total cuatro plantas de la especie en el contenedor habiendo plantado sólo dos. Las otras dos, o incluso tres si el ejemplar mencionado fuese realmente otro distinto, seguramente deben haber germinado a posteriori tras reutilizar en los trasplantes la vermiculita usada con el fin de ofrecer un sustrato superficial húmedo a las plántulas recién trasplantadas, entre la cual posiblemente estuvo la que contuvo en su momento semilleros de Linaria maroccana. Cierto es que en los recipientes donde acumulaba la vermiculita usada, la cual había estado semanas sin cambios y el semillero dado por fallido, de vez en cuando aún aparecían semillas germinadas ya sin posibilidad de identificar.

El ejemplar que encabeza la entrada ha crecido enredado entre una Schizanthus x wisetonensis y visto de lejos da la impresión de que sus flores son las de aquélla. El ejemplar de la cuarta foto es, aunque no lo parezca, el mismo de la primera planta de la especie aparecida en el blog el mes pasado, que al principio tenía flores de lóbulos blancos con ligeros toques sonrosados y espuela rosada: a partir de marzo, todas las flores, incluso las últimas de la misma espiga que comenzó a florecer en febrero, se volvieron de un tono rosado homogéneo. La planta, por cierto, visitada frecuentemente por las abejas Anthophora, está bastante llena de cápsulas de las que espero obtener una cantidad de semillas decente que permita crear un reservorio para futuras siembras.

Aún escribiendo las primeras páginas de su historia en la terraza, no sería raro que la Linaria maroccana, al igual que sus parientes en su día, haya encontrado el punto de partida para que la especie, con poca o nada de ayuda, se establezca a base de resiembras. Sus pequeñas semillas y la facilidad con la que ha demostrado crecer cuando tiene las condiciones adecuadas son buenos ingredientes para que pase a formar parte de las plantas anuales que se encargan solas de reaparecer temporada tras temporada.