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Scabiosa atropurpurea |
Las mezclas de semillas que suelen venderse en algunas tiendas durante la primavera son, como he dicho muchas veces, una manera excelente de probar multitud de especies sin tener que gastar grandes cantidades de dinero en cada una de las variedades de manera individual. Suelen ser una buena fuente para obtener algunas de las especies más populares entre las anuales ornamentales y decidir si nos gustan, conocer su comportamiento y, especialmente, obtener más y más semillas recolectando las que nos dan. Una de tantas especies que he cultivado gracias a esta práctica es la escabiosa.
Scabiosa atropurpurea, en su forma ornamental con múltiples colores.
Como ya señalaba en
la anterior entrada en la que hablé de ellas, conozco bien a la
Scabiosa atropurpurea silvestre. Es una planta que crece frecuentemente en márgenes de caminos, en prados calizos y secos, allá donde haya grava, etcétera. Florecen mayoritariamente entre la segunda mitad de la primavera y principios de verano, aunque no resulta raro encontrar flores en otras épocas. En Cullera es relativamente abundante y hasta tiene una pariente similar,
Cephalaria leucantha, que crece exclusivamente en los matorrales del monte, con flores blancas que aparecen en pleno verano.
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En color rojo |
La forma silvestre de la escabiosa es bastante alta, sobrepasando el metro en ocasiones, y las cabezuelas de flores se asientan sobre pedúnculos muy largos. Este aspecto me resultaba un tanto incompatible con el modo de cultivo que llevo a cabo en la terraza, con macetas y contenedores, dado que quizá resultaría algo desgarbada y complicada de ubicar. Nada más lejos, las escabiosas ornamentales tienen un porte que, sin dejar de ser altas, es mucho más compacto. Son más cercanas en morfología a una
Centaurea cyanus, con rosetas de hojas más anchas aunque no tan largas como las de éstas, y un crecimiento vertical y ordenado. No he encontrado que ocupen mucho espacio a lo ancho, ni en su base ni en todo su desarrollo en altura, siendo por tanto ideales para combinar con otras herbáceas de porte alto.
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Rosada |
En el contenedor sólo planté tres, teniendo en cuenta que quizá eran demasiado grandes y desentonarían un poco. Como sucede a veces, tuve la suerte de que cada una saliese de un color: burdeos, rojo y rosado, siendo esta última más parecida a la forma silvestre. La de color burdeos ha dejado de florecer pero parece que reemprenderá la tarea pronto; la siguiente fue la de color rojo, y la última, la rosada. El hecho de ser una variedad seleccionada no las convierte en menos atractivas para la fauna, y abejas como la
Anthidium florentinum, frecuente estos días en la terraza, se deleitan con sus flores en cada visita. Quizá me descuadran un poco por su época de floración, pues comenzaron a finales de mayo y ahora, todavía en perfecto estado, ya comienzan a quedarse solas a medida que el resto de plantas se van secando. No obstante, en el contenedor tienen un espacio ideal y de seguir cultivándola, habiendo demostrado que crecen bien en compañía de otra anuales, volvería a ponerlas allí. Seguro que con los cambios que iré planeando para la próxima temporada alguna vecina tendrán que les acompañe durante la floración.
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