jueves, 22 de enero de 2015

Agua fresca

Dimorphotheca sinuata
A lo largo de la última semana hemos visto cómo se producían los cambios ambientales que las predicciones meteorológicas nos iban adelantando. Lo más destacable, la vuelta del frío acompañado por nubes esta vez, sin la sequedad extrema de la ocasión anterior. Ello ha propiciado que en el interior de nuestra comunidad hayan visto la nieve, así como en otras zonas elevadas del resto del país. Nosotros nos hemos conformado con una más que aceptable jornada de precipitaciones, la del lunes, que dejó 16,5mm en Cullera. Unido esto al frío, la humedad de las macetas sigue presente todavía hoy sin necesidad de mi intervención.

El frío no ha dado su récord de mínimas invernales, al menos no en Cullera, ya que en Sueca sí hemos llegado a bajar de 3ºC. En Cullera lo que hemos tenido ha sido la máxima más baja del invierno: el lunes 19 no se subió de 9,3ºC en todo el día. La última ocasión similar comparable fue la del 28 de febrero de 2013, aquel día que además de frío también llovió, comenzando con una granizada que hizo más ruido que otra cosa. Para encontrar un día con máximas más frías habría que remontarse al 8 de febrero de 2012, último día de una curiosa sucesión de jornadas con entrada de aire siberiano que llegaron a dar también varias mínimas por debajo de 4ºC, algo bastante excepcional en el suave clima de Cullera.

Las plantas siguen aprovechando el alargamiento del día y mostrando signos de crecimiento, pero a las herbáceas parece que les urja un aumento de la exposición solar como mínimo. Flores sigue sin haber muchas, pero todas las compuestas africanas perennes -Felicia, Osteospermum y Argyranthemum- empiezan a mostrar botones, al igual que las primeras de las anuales, como las Ismelia. Caso aparte sería el de la Dimorphotheca sinuata, que se ha puesto a florecer tan pronto como ha podido.

El caso es que esta especie africana me ha dado algún que otro quebradero de cabeza durante el otoño-invierno. Sembré varias en el contenedor con todas las anuales y herbáceas, que crecieron deprisa. Conforme se iba acortando el fotoperiodo, las plantas se hacían más grandes y se iban tumbando -aunque en realidad la especie crece de por sí postrada. La suma del exceso de sombra, quizá exceso de humedad y posiblemente problemas para asimilar nutrientes dio como resultado plantas que crecían, pero lo hacían con un tamaño desproporcionado, hojas amarillentas y tacto quebradizo. En noviembre saqué una entera debido a que se había inclinado hacia un lado y estaba aplastando a otras plantas menores: es la de la foto, que nada más exponerla al sol, perdió sus hojas defectuosas y sacó las nuevas de color más oscuro y menor tamaño, al tiempo que adquirió un vivo tono rojizo en los tallos. Los demás ejemplares acabé sacándolos en ocasiones sucesivas, pero rotos, con lo que fueron a parar a la pila de compost. Aún con todo, la planta floreciente acusa la falta de sol y lo que se ve en la foto es lo máximo que he conseguido de ella casi a las dos de la tarde: no consigue tiempo ni temperatura para abrirse más. La próxima siembra la haré en breve para obtener ejemplares que cuenten con todo el poder solar de los meses primaverales y veraniegos.

A la espera de que se vayan abriendo las flores que ya prometen hacerlo dentro de poco y engalanen el preludio hacia la primavera, sólo queda contemplar con satisfacción que al menos este invierno, sin ser nada del otro mundo, sí está resultando más acorde a lo que se espera de esta estación, con lo que las plantas que agradecen el frío podrán dar lo mejor de sí; además, plantas que el año pasado se encontraban floreciendo en estas fechas y ahora todavía están a punto, llegarán a coincidir con las especies anuales y todas aquellas obtenidas de semilla, provocando una explosión de color simultánea que se presume de lo más interesante.

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