miércoles, 6 de mayo de 2015

Mayo, un salto hacia el verano

Malope trifida
Las previsiones no fallaban: se esperaba un caluroso inicio de mayo y, efectivamente, el calor no ha dado tregua en esta primera casi semana del mes. El primer día del mes ya dio 32ºC de máxima en Cullera y vino seguido de la primera noche-madrugada sin bajar de los 20ºC. Máximas por encima de los 25ºC excepto anteayer y hoy, y mínimas que ya no bajan de 18ºC. La brisa marina atenúa un poco la sensación de calor pero no puede hacer nada contra la fuerte radiación solar que ya aprieta estos días. Las plantas resisten bastante bien gracias al empeño que he puesto en regar a la hora adecuada después de cada jornada de altas temperaturas, pero está claro que el tiempo de las grandes aglomeraciones de flores va tocando a su fin, ya que la mayoría de especies combinadas en el contenedor y algunas macetas han terminado con su ciclo y comienzan a secarse y producir semillas.

Leptosiphon androsaceus
Las especies anuales de floración más tardía suelen ser, además, de las más resistentes a estas condiciones ambientales, pues si son capaces de florecer en la mitad de la primavera más cercana al verano suele significar que tienen mayor tolerancia a la ausencia de agua. La mayoría son especies de clima mediterráneo, aunque originarias de distintas regiones del planeta con climatología similar. En esta temporada en particular, la mayoría de estas plantas han aparecido desperdigadas por toda la terraza originándose a partir de semillas caídas de la temporada anterior a pesar de haber intentado por varios medios que estuviesen todas ellas en el contenedor. Allí la mayoría de plantas se han deteriorado a un ritmo muy rápido en estos pocos días, cosa por otra parte totalmente normal debido a que todas las plantas llevaban meses floreciendo. Sólo sobreviven en el frontal la Schizanthus x wisetonensis más grande (las otras dos parece que no han tenido mucha suerte) y tres Leptosiphon androsaceus, una de ellas de flores totalmente amarillas. El resto, aunque sigue floreciendo esporádicamente, se encuentra bastante deteriorado. Vemos también las espiguillas de las Briza maxima tornándose de color pajizo mientras al fondo, en una ubicación que ahora parece mal escogida, se erigen las suaves espigas peludas de la Lagurus ovatus.

Nigella damascena
La excepción a esas plantas que han conseguido florecer en cualquier sitio menos en el contenedor la conforman las Centaurea cyanus, que lo ha hecho dentro y fuera. Sencillas de cultivar, no han quedado exentas de dificultades a la hora de crecer, primero por quedar cubiertas por plantas más grandes de su entorno y ahora por quedar demasiado al descubierto, a merced de la evaporación y el sol que hace que se vengan abajo con más frecuencia. Los ejemplares aparecidos en distintas macetas son de varios colores, descendientes de una generación de plantas cultivada en 2013 y que a lo visto se mantuvo latente el año pasado en la propia tierra del contenedor que reutilicé para los bulbos. Sí provienen de semillas caídas hace un año las diversas espuelas de caballero que han crecido por toda la terraza y que, curiosamente, no han conseguido florecer en el contenedor a pesar de que repiqué varios de los ejemplares espontáneos con buen tamaño. Hablando de tamaño, sorprende esta temporada la altura de algunos ejemplares: el más grande de ellos ha dado 130 cm. desde la base del tallo hasta la flor más alta.

Lagurus ovatus
Otra de las especies que ha conseguido florecer a la vez en el contenedor y dispersa por la terraza es la margarita de Swan River (Brachyscome iberidifolia), pero con un resultado dispar. La planta tiene bastante facilidad para resembrarse y además es capaz de tener éxito cuando ya hace calor, con lo que las plantas que florecen pronto llegan a dar la réplica durante el verano. Es decir, que mientras la mayoría de plantas anuales han tenido dos generaciones -la del año pasado y su descendencia actual- las Brachyscome van por la tercera y posiblemente aún vea una cuarta este año. En el contenedor aparecieron pocos ejemplares que sembé expresamente, debido quizá a su dificultad para crecer con poca luz y mucha humedad, lo que acabó haciendo que otras plantas como las Clarkia bottae las eclipsaran. En las macetas, en cambio, han aparecido plantas de todas las formas y colores a base de semillas caídas, siendo el ejemplar de flores moradas que actualmente crece en la misma tierra de las Zephyranthes el más bonito.

Isotoma axillaris
Empiezan a florecer también las arañuelas (Nigella damascena) que tan pacientemente han aguardado desde el otoño pasado, fecha en la que ya las estaba viendo crecer en macetas sueltas que quedaron sin ocupante. Esta especie crece deprisa pero se toma su tiempo, pues nunca florece antes de este mes. Los ejemplares que estoy encontrando en la terraza parecen derivar de la generación cultivada el año pasado, debido al aspecto similar de los ejemplares entre los que de momento faltan las formas dobles muy cargadas de pétalos que cultivé en 2012 y 2013. Una de ellas, blanca con la base de los pétalos teñida de morado, apareció en la maceta de las Cosmos y es junto a ellas la única especie distinta que queda en flor después de que las Glebionis coronaria hayan terminado con su floración, al igual que las Cerinthe major, todas secas ya: me preocupa de esta especie el hecho de que ninguna planta haya sido capaz de producir una sola semilla, cuando la temporada anterior obtuve un montón de ellas y todas las plantas espontáneas que han ocupado la terraza durante estos últimos dos meses derivadan de las que cayeron de un único ejemplar.

Araúela blanca y morada
Las malvas han tenido una suerte dispar y escasa. Las perennes Alcea se han visto reducidas de tres a un sólo ejemplar, que está a punto de florecer con un aspecto muy pobre; las Sidalcea, de las que el año pasado las dificultades sólo permitieron obtener una que al menos floreció en una maceta durante un buen tiempo, acabaron perdiendo la batalla del crecimiento: conseguí hacer germinar dos ejemplares que permanecieron invariables, pequeñísimos, durante semanas. Cuando sus vecinas empezaron a crecer en serio, las acabaron tapando y privando de luz. Con las Malope trifida el problema vino al darles mucho sitio y poca luz: la mayoría de ejemplares tuvieron que ser arrancados en noviembre al robar demasiado espacio en el contenedor y tener una consistencia quebradiza debido a la falta de luz. El único ejemplar que saqué íntegro y puse en una maceta acabó, después de muchos altibajos, totalmente seco sin haberme olvidado de regarlo. Finalmente, en la maceta de las caléndulas, florecieron unas que durante meses pensé que serían Lavatera trimestris. Las plantas han perdido todas las hojas y sólo tienen flores, con lo que no les auguro una floración muy prolongada.

Centaurea cyanus
Como otras tantas, las Isotoma axillaris florecen ahora gracias a dejar crecer ejemplares que, en macetas situadas en el suelo, recibieron semillas caídas de la maceta original, en la balda de justo arriba; también el intercambio de sustrato de algunas macetas ha favorecido que salgan desperdigadas. Aunque no tan densamente poblada como el año pasado, hay una maceta llena de ellas, la cual sigue perteneciendo desde su origen a un Agapanthus que no ha crecido nada en un año, al que seguramente trasladaré a una de las macetas grandes que ha quedado libre este año una vez llegue el otoño, a fin de intentar que crezca tanto como pueda. Otros ejemplares de Isotoma axillaris fueron repicados con las últimas plantas que sembré en abril; las del contenedor, como otras tantas, fracasaron, seguramente por el exceso de humedad que tan poco les gusta y se manifiesta en forma de hojas amarillentas.

Brachyscome iberidifolia
Debido al cambio radical de las condiciones ambientales, estoy considerando dar por concluida la adición de plantas a esta temporada -lo que no descarta traer alguna planta ya crecida de la tienda- dejando por el camino muchas cosas pendientes, como las trepadoras, de las cuales tengo bastantes creciendo a un ritmo muy lento y sería improductivo seguir sembrando ahora con este calor. Por otra parte el dejar las macetas terminar del todo con sus ciclos va permitiendo usar cada vez menos agua: por una vez, aunque en los meses que quedan de aquí a septiembre se van a echar en falta más flores, podré visitar de manera más relajada la terraza hasta que comience de nuevo la siguiente temporada de siembra, para la que todavía quedan muchos meses. Las ideas para entonces, por supuesto, ya han comenzado a fluir.

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