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Clarkia amoena |
A veces, las condiciones entre lo natural e impostado que se crean en un ambiente como es el de la terraza cultivada hace que algunas plantas consigan viajar en el tiempo y reaparecer tras una temporada ausentes o aparentemente inactivas. Casi siempre, lo más frecuente es que lo hagan a base de semillas que cayeron, se mezclaron en la tierra y germinan cuando ésta ha sido volteada de manera que las simientes han vuelto a encontrar la luz hacia la que crecer. De hecho, esta misma situación se da con las plantas adventicias, de ahí que haya especies que lleven varios años apareciendo por más que las arranque: conizas, ortigas, verdolagas y un largo etcétera.
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Allium schoenoprasum |
Empezaremos por el caso más curioso por tratarse de una perenne. Desde otoño de 2011, las
milenramas (Achillea millefolium) han ocupado la misma maceta, que han ido compartiendo con diversas plantas aunque la mayor parte del tiempo ellas han sido las únicas huéspedes. Las plantas florecieron al otoño siguiente, viéndose superadas por las que sembré en aquel momento en el contenedor, que de marzo a mayo se hicieron más grandes que sus parientes y florecieron antes del verano. No obstante, al remodelar este espacio las acabé arrancando todas por lo peligrosamente deprisa que se expandían por estolones. Tras una decadencia prolongada que las llevó incluso a no florecer el año pasado y perderse casi todas las plantas, las supervivientes en la maceta, hoy acompañadas por
Oenothera speciosa, han conseguido florecer. Más curioso si cabe resulta que, en una maceta de bulbos con tierra antaño perteneciente al contenedor, haya aparecido una milenrama más, fruto quizá de una semilla enterrada y latente durante tres temporadas.
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Achillea millefolium |
El asunto de las semillas que acaban enterradas al remover la tierra y aparecen después ya es de sobra conocido este año con las
Centaurea cyanus. Probé en 2013 una mezcla de colores en el contenedor que no me disgustó del todo, pero acabé descartándola porque prefiero utilizar sólo los ejemplares de color azul original asegurando la presencia de ese color en plantas de la altura de esta especie, lo cual también sugiere no plantar ejemplares de colores en macetas aparte dado que los polinizadores pueden hacer que lo que salga de las futuras semillas sea una lotería. Parece ser que no recogí bien todas las plantas secas y había un montón de semillas enterradas en el sustrato, que este año han ido mostrándose en formas moradas, violetas, blancas y combinaciones de ambas; también azules, por supuesto. Los ejemplares han crecido a sus en macetas de bulbos que ya se encuentran en letargo, junto a otras plantas de semillas caídas como
Consolida ajacis o
Linum grandiflorum.
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Centaurea cyanus lila/blanco |
También las semillas perdidas han devuelto a la terraza las finas hojas cilíndricas y las aglomeradas flores lila de los
cebollinos (Allium schoenoprasum), cuya presencia original data de 2012. Aquel año sembré en pleno mes de junio unas pocas semillas que germinaron con éxito y empezaron a crecer, dando plantas listas para florecer a la primavera siguiente. A pesar de tratarse de bulbosas, esa primera generación no sobrevivió -seguramente exceso de riego que pudrió los bulbos- y la maceta quedó vacía, aunque con las semillas de dichos ejemplares dispersas por el sustrato. Los siguientes usos de la maceta, a la cual llevo desde aquel 2012 sin tocarle el sustrato, acabaron por hacer germinar las semillas que repitieron el ciclo de sus progenitoras y crecieron hasta alcanzar un tamaño apto para florecer durante esta temporada, en la que finalmente he vuelto a ver flores. Paradójicamente, con ello se convierten en la tercera especie de
Allium que florece esta primavera en la terraza.
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Centaurea cyanus blanca |
Otro regreso, aunque esta vez debido a una casualidad distinta, ha sido el de la onagrácea anual
Clarkia amoena. El año pasado tuve unas pocas en una maceta sembradas a partir de semillas correctamente identificadas que me regalaron en su día con la compra de otras especies. La de este año ha surgido de una fuente distinta: separé unas pocas semillas de una mezcla de flores con intención de averiguar qué eran. Gracias a esta "siembra de prueba" conseguí obtener una especie distinta,
Clarkia unguiculata, la cual tuvo una floración muy breve y cuyas cápsulas secas ya estoy a punto de almacenar para tener sus semillas bien aisladas. En la misma maceta a lo visto se mezclaron las semillas de ésta y de la ya conocida
amoena, una planta muy bonita de grandes flores casi siempre en tonos rosados -de hecho, el color de la planta de este año ya se dio en un ejemplar de la temporada pasada. Como pasó con muchas otras plantas, esta especie también la sembré en el contenedor sin éxito, siendo las
Clarkia bottae las que han conseguido prosperar.
Siempre es agradable dar la bienvenida de nuevo a especies que florecieron antaño en la terraza. En ocasiones cuando se busca hacerlo intencionadamente, especialmente cuando se trata de recuperar desde semilla especies que fueron compradas ya como planta crecida, el éxito no es tan notable. En ocasiones, dejar la terraza a su aire es lo más adecuado: al fin y al cabo, las macetas son como un prado silvestre que recibe una lluvia artificial con más que suficiente frecuencia como para producir nuevas vidas.
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