Aquí estamos, casi cinco años después del final del Jardín Sucronense, dándonos cuenta de que no fue más que un punto y aparte. Escribiendo otra historia que empieza casi igual que antaño, con los primeros calores de finales de invierno, con las abejas Anthophora plumipes zumbando y vibrando entre las flores de Cerinthe major, con exactamente la misma cámara haciendo fotos -eso sí, con un objetivo zoom renovado. Con un empeño persistente en seguir por donde nos habíamos quedado en lugar de darlo todo por perdido. Lo iremos viendo.