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Ferocactus herrerae |
En la terraza ha habido plantas en épocas distintas y rara vez unas han llegado a coincidir con otras. Desde que comenzó el ciclo actual, pocos ejemplares son anteriores a los tres años contando desde hoy, es decir, desde septiembre de 2011 que fue cuando volví a reorganizarme y comenzar la base de lo que ahora crece. Sólo plantas preparadas para resistir largos periodos de desatención, como bulbosas, crasas y cactus, se cuentan entre las capaces de resistir esos repentinos traídos dados por las circunstancias. El cactus que ocupa esta entrada tiene el honor de ser la planta que más tiempo lleva conmigo.
El
Ferocactus herrerae es uno de los llamados cactus de barril o biznagas, originario de México y sur de E.E.U.U. Pueden hacerse bastante grandes: hasta medio metro de diámetro y dos de alto, tamaño que deja en ridículo a mi ejemplar que tan notablemente ha crecido en estos últimos tres años. Es una de tantas especies populares casi en cualquier comercio que venda plantas, desde floristerías hasta hipermercados. Se caracteriza por su aspecto acostillado y aureolas con una gran espina ganchuda en el centro rodeada de otras más cortas y rectas acompañadas de otras más finas que crecen más cerca de la base.
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Vista superior de la flor |
Mi ejemplar llegó a casa en primavera de 2000. Formaba parte de un centro de mesa que preparó en el colegio mi hermano con motivo del día de la madre, el típico regalo que les hacen hacer a los niños pero que luego cobran a los padres como material escolar. Iban tres cactus y una suculenta (quizá una
Crassula) en una pecera de bola con piedrecitas de colores. Supongo que no debió estar mucho tiempo allí y lo pasaríamos a una maceta en el balcón, pero he olvidado totalmente ese periodo y no recuerdo nada más hasta más o menos 2006, momento en que dejé todos aquellos cactus en Cullera y no les presté mucha más atención. De hecho, estaban colocados en una palangana sin drenaje, en arena de playa y al sol. Nunca recibieron cuidados y con las continuas lluvias otoñales y el abandono la mayoría se pudrieron, excepto este
Ferocactus, cuyo único daño visible eran unas quemaduras solares en la base.
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Otra vista en detalle |
Por suerte, en 2011 su destino cambió. Decidí organizar los cactus y crasas en macetas y al menos regarlos de vez en cuando. En aquel momento también estaba junto a él aquel
Mammillaria karwinskiana ssp. nejapensis que malvivía en una maceta minúscula en el salón de mi casa y un
Opuntia monacantha que compraría mi hermano sobre 2006 y también había acabado relegado al olvido; todos ellos siguen en la terraza. Aprendí que estos cactus florecían bastante bien si se respetaba un ciclo basado en dejarlos reposar sin agua en invierno y dándoles sol y riego durante el verano. Esto no lo supe aquella primera temporada y simplemente los estuve regando con frecuencia, cosa que al menos sirvió para que se recuperasen. Puse en práctica el método a partir del año siguiente y las plantas bajaron al patio en otoño de 2012 para volver en primavera de 2013 a la terraza. El sistema funcionó para los dos cactus redondos y tanto uno como otro florecieron, pero el
Ferocactus se vio interrumpido por las copiosas lluvias que hubo a finales de agosto y no conseguí ver una sola flor abierta del todo. Entre que duran un día, se abren a pleno sol y el agua las estropeó, no hubo manera; habría que esperar un año y confiar en que el cactus ya haya encontrado su ritmo.
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Aspecto en agosto de 2011 |
La floración ha sido fiel a su cita y se ha repetido un poco antes este año. Se trata de unas flores de pétalos de tacto similar al papel con un vivo tono amarillo anaranjado. El año pasado eran algo menores y se cayeron tras cerrarse. Si las condiciones lo permiten, quizá este año lleguen a fructificar. Aunque en fotos sí veo ejemplares con varias flores a la vez, las cuatro que tiene el mío han ido abriéndose una a una. No sé cuánto duran, pues la de la foto se abrió el pasado jueves día 24 y el domingo estaba cerrada y la siguiente aún por abrir -o quizá recién cerrada del día anterior. Si sigue así y no aparece ninguna más adelante, es probable que en una sola semana lo haya dado todo de sí, pero esta vez he conseguido capturar el momento y me doy por satisfecho.
Que todas las atenciones dieron resultado no se puede poner en duda. He puesto una foto del cactus en ese momento de verano de 2011, hace ya tres años, en el que lo planté en la maceta actual, para comparar: sólo hay que ver lo que ha sido capaz de engordar en sólo tres temporadas de buenos cuidados, agua y abono. Es increíble, no obstante, que con total abandono estas plantas se limiten simplemente a mantenerse estáticas. Y es que los cactus son tan fascinantes como cualquier otra planta y vale la pena conocer sus peculiaridades para sacar lo mejor de ellos, aunque pasen catorce años.
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