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Lobelia cardinalis |
A pesar de que el centro, oeste y suroeste de que la península se encuentran sumidos en unos días de calor muy intenso, aquí hemos entrado en la canícula con la misma situación desde que pasaron los días de poniente a principio de mes. Hace calor, pero soportable, en gran parte gracias a la ayuda de los vientos de levante. La humedad ambiental es alta y la sensación térmica se intensifica, pero la realidad es que el termómetro no llega siempre a los 30ºC. De hecho hoy he podido comprobar esto debido a que muchas veces me llevo una botella de agua totalmente congelada para poder tener algo frío que beber durante el rato que estoy con las plantas y hoy no he conseguido apenas derretir el hielo ni poniendo la botella al sol, y no será porque no hacía calor.
Últimamente siempre comento que quedan pocas plantas nuevas por florecer ya, y esta semana es de esas en las que finalmente han coincidido dos de ellas, posiblemente de lo ultimísimo de esta temporada. Una de ellas la obtuve de semilla y lleva sembrada desde septiembre, e incluso tuvo sus comienzos aquí en casa donde pasó largo tiempo cubierta con plástico mientras crecía lentamente. La otra procede de unos bulbos plantados en febrero y que no han dado resultados muy satisfactorios que digamos.
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Lilium henryi |
La primera especie es la norteamericana lobelia cardenal, llamada cardenal de la laguna en México y
Lobelia cardinalis en latín. Es una lobelia perenne y que se ha hecho de rogar tanto -en realidad, un poco más- que su pariente la
Lobelia siphilitica, otra especie similar aunque de color lavanda y que tardó de enero a septiembre en florecer, se estropeó hasta el punto de parecer que estaba sentenciada a muerte y ahora mismo está otra vez igual de grande que su pariente y formando los botones florales. La
Lobelia cardinalis no es que haya llegado impecable a su floración, pues el tallo está amarillento y lleno de manchas, además de torcido por sus cambios de posición buscando el sol. No entiendo qué les ocurre a estas plantas, pero nunca les falta el agua ni se seca el sustrato. En la
Lobelia cardinalis, además, el agua no debería ser problema pues es una planta que puede tener sus raíces en suelos encharcados e incluso se la utiliza como planta de acuario sumergida.
Sin duda lo más atractivo de esta planta son sus flores. Sorprendentemente impecables para el estado de la planta, he tenido la gran suerte de poder contemplar por fin las espectaculares flores de pétalos estrechos y color rojo intenso, cuyo único rival en la terraza estos días sería la
Salvia coccinea, que ya va notando los efectos del calor. Es evidente que el nombre de la planta se le dio en alusión a la vestimenta de los cardenales, caso que ocurre en otros seres vivos como las aves (género también denominado
Cardinalis). Las flores son más estilizadas que en las otras lobelias que tengo, con una corola tubular fusionada que se proyecta con tres lóbulos anchos hacia abajo y dos más estrechos hacia los lados, con los órganos reproductores en el extremo de una larga estructura que apunta hacia arriba. Mis plantas, porque parece que todavía queda una por florecer, han alcanzado unos 40 cm. de alto, pero la especie puede superar el metro.
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Lobelia cardinalis |
La segunda de las plantas que ha florecido quizá un poco antes de lo que aparentaba ha sido una azucena, que además no debería haber sido de las últimas de la temporada. Se trata de
Lilium henryi, la azucena de Henry, una especie procedente como muchas otras de China. Pertenece a la sección de
Lilium asiáticos, con sus hojas lanceoladas y abundantes a lo largo de todo el tallo. Hay que decir que mi ejemplar se ha quedado bastante bajo, no comportándose como otras azucenas que acaban pegando el estirón: unos 45 cm. de alto, cuando esta especie es capaz de llegar a los dos metros. Eso el que ha florecido, pues hay otro ejemplar que no ha llegado ni a una cuarta parte de ese tamaño. Los capullos de las flores del ejemplar más grande aparecieron hace relativamente poco y creía que la planta llegaría a estirarse como hizo el
Lilium regale, pero no ha sido así. Esta especie en concreto puede llegar a alcanzar los dos metros e incluso más.
Las flores son sin duda de lo más exótico que se puede encontrar estos días en la terraza. Son anaranjadas y marcan la diferencia con el resto de azucenas por sus pétalos recurvados hacia atrás y los larguísimos estambres que sobresalen como tentáculos. Los pétalos además tienen manchas oscuras y una especie de protuberancias sobre ellos dándole a las flores cierto aspecto de "estrella de mar". A diferencia de otras azucenas, carece de olor.
Poco más queda ya para este verano, salvo alguna otra azucena que todavía podría florecer y unas pocas bulbosas y cactus. Las anuales se van acabando y las vivaces van regenerándose después del esfuerzo realizado en primavera y previamente a su descanso invernal. Habrá que esperar al menos a finales de otoño o ya a finales de invierno para que nuevas especies engalanen la terraza aportando más y más diversidad y color.
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