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Stylomecon heterophylla |
La primavera de 2016 comenzaba bastante pronto esta vez, concretamente a las 5:30 de la madrugada del pasado domingo día 20, quedando entre dos efemérides que como en muchas localidades valencianas se celebraban en Cullera: la Cremà, el final de fiesta de las Fallas, y el Domingo de Ramos. El tiempo sigue de momento suave, con máximas que hasta ahora no llegaban a los 20ºC pero que tras los últimos episodios de paso de nubes y precipitaciones puntuales han comenzado a aumentar, y se prevé que las temperaturas vayan a más conforme avance la semana, así como el templado y seco viento de poniente. Las lluvias, por su parte, no han sido especialmente cuantiosas pero han duplicado el acumulado que teníamos en la primera quincena, con precipitaciones esporádicas entre los días 18 y 22; el domingo 20 por la madrugada cayó la mayor cantidad, poco más de 4 mm., siendo hasta ahora el último día en que ha llovido y dejando por el momento a este mes de marzo con 21,3 mm., cantidad que todavía no permite hablar de manera optimista: en marzo de 2015 llovió casi el triple durante una semana seguida que abarcó estos mismos días. En lo que llevamos de 2016 tan sólo se han registrado 29,6 mm. Poco, demasiado poco.
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Phacelia viscida |
Aún así, estos días, entre riegos y lluvias que se producían horas después de haber regado, las plantas no han pasado sed. El martes la tierra estaba tan húmeda en todas las macetas, y las temperaturas tan bajas (menos de 15ºC) que opté por irme sin regar. Grabé tomas de un nuevo vídeo que pondré en la próxima entrada, aprovechando que con el espacio entre lluvias los insectos habían vuelto a recolectar alimento de las flores apresuradamente. Entre las plantas, pocos cambios respecto a hace una semana aunque, dadas las fechas en las que estamos, las especies más crecidas, en especial las anuales, van añadiendo a la lista de plantas en flor a más y más especies. Muchas son viejas conocidas, como las
Schizanthus x wisetonensis, que han florecido del mismo color que el ejemplar del que obtuve las semillas y que han resultado un alivio, pues parecía que a las dos plantas se les secaban los ápices de los tallos en donde iban a desarrollarse flores. Ahora comienzan a cargarse de ellas, así que los aparentes problemas no han sido tales.
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Clarkia unguiculata |
Otra especie que cultivo por segundo año consecutivo es la
Clarkia unguiculata, que es la primera de este género que florece: el año pasado fue, precisamente, la última. En la temporada anterior la sembré en febrero y floreció apresuradamente a finales de abril, muriendo poco después. En otoño conseguí volver a separar semillas de una mezcla de flores -las de la planta que cultivé fueron devoradas en su totalidad por gorgojos tras guardar las cápsulas secas- y la planta creció grande y sana, llegando a ser durante un tiempo la planta más alta del contenedor hasta que especies más estilizadas consiguieron sobrepasarla. Las flores, en cambio, han resultado ser totalmente distintas a las de la planta anterior, que eran rosadas y con un aspecto más fiel al silvestre: las de este año son de un vistoso color rojo, pero quizá demasiado llamativas y con pétalos algo más grandes y arrugados. Es una incógnita saber si sus futuras semillas darán plantas como ésta o puede aparecer alguna con el aspecto más silvestre de las del año pasado. En efecto, no contaba con que esta planta pudiera ser variable como sus parientes
Clarkia amoena, también sembradas en el contenedor.
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Gymnosoma sp. |
Entre las plantas nuevas para este año encontramos a la ya mencionada con anterioridad
Phacelia viscida, la estupenda especie norteamericana con flores azules que a partir de estos días ya comienzan a abrirse de dos en dos. Movido por la curiosidad, y recordando el agradable aroma de su pariente la
Phacelia tanacetifolia y de manera similar, aunque más débil, en la
Phacelia grandiflora, se me ocurrió olerla y lo que me encontré fue algo inesperado. Aquí no hay un perfume agradable parecido al de los narcisos como en sus parientes, sino un olor que recuerda a orín de gato, algo que estaba acostumbrado a encontrar en las
martiniáceas que he cultivado desde hace ocho años (
Ibicella,
Proboscidea y
Martynia) pero que no esperaba en esta planta, si bien es más tenue que en aquéllas. Las flores atraen abejas de vez en cuando, aunque parece ser que en sus idas y venidas las pasan por alto, prefiriendo detenerse en el montón de florecillas de la
Linaria 'Grenada Sol' o en la gran mata de
Mauranthemum que hay un estante más arriba, en una maceta -la que aparece en la foto de esta entrada- donde planté diversas especies y en poco tiempo las espontáneas margaritas, que venían en la tierra, se hicieron con el control.
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Salvia viridis 'Blue Monday' |
Otra especie totalmente nueva para este año es la amapola
Stylomecon heterophylla. Se trata de una amapola de origen norteamericano, natural de California y el noroeste mexicano. Los estadounidenses la conocen como "Wind Poppy", amapola de viento, y no sé de dónde vendrá el nombre pero por lo que veo diría que alude a su resistencia a este elemento. Normalmente las amapolas
Papaver, a las que se parece mucho, duran apenas dos o tres días antes de que los pétalos acaben llevados por el viento. La primera flor de
Stylomecon, que se ve en la foto ya sin pétalos, pues han caído totalmente esta mañana, ha durado una semana entera. Tienen un tono naranja muy vivo, con unos pétalos de aspecto menos brillante que los de
Eschscholzia californica o las
Papaver nudicaule del mismo color: en
Stylomecon el naranja es más llamativo si cabe. El aspecto de la planta es similar a las amapolas
Papaver típicas, con una roseta basal, aunque con la floración crece un tallo cuyas hojas tienen lóbulos más estrechos que las de la base, y sobre éste aparecen los pedúnculos florales que, a diferencia de los de las
Papaver, independientes y con una sola flor, pueden ser varios en cada tallo.
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Clarkia unguiculata, detalle de la flor |
Una de las novedades más exitosas entre las anuales cultivadas este año ha sido la
Salvia viridis 'Blue Monday'. Todos los ejemplares plantados en el contenedor han sobrevivido -incluso en la época en la que se sufrió el ataque continuado de los caracoles, que apenas las mordieron- y al parecer no ha quedado ninguno sin florecer. La planta durante su floración es perfecta para combinar entre otras especies altas: forma unas espigas alargadas de floración laxa, con verticilastros de flores pequeñas relativamente separados entre sí. En el ápice le crece, como ocurre en otras lamiáceas, un conjunto de brácteas coloreadas -en el caso de este cultivar, de color morado- que simulan ser una flor a la vista de atraer posibles polinizadores. En este caso no parece ser necesario tal artimaña, pues las abejas enseguida descubrieron las pequeñas florecillas, en especial las
Anthophora plumipes, que llevan todo el mes visitándola con la misma frecuencia que a las linarias.
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Mauranthemum paludosum |
La terraza sigue siendo despensa y descansadero de multitud de insectos, especialmente abejas, algunas moscas y las primeras avispas
Polistes que comienzan a dejarse ver. Las
Anthophora plumipes siguen incansables, aunque ahora la proporción entre ejemplares de distintos sexos parece haberse equilibrado tras un inicio de la floración en el que predominaban las hembras. También se presenta con una asiduidad nunca vista la
Rhodanthidium sticticum, de la que llama la atención la desproporción de tamaño entre sexos, siendo en este caso los machos bastante más grandes que las hembras. Entre las moscas ha aparecido una especie que no había visto hasta ahora: se trata de
Gymnosoma, un género -llegar a la especie no es tarea fácil- de la familia Tachinidae, a la que también pertenece
Trigonospila transvittata, una especie observada muy puntualmente en la terraza. Se trata de una mosca de bella coloración negra y anaranjada que, como otros miembros de esta familia, se reproduce parasitando a otros insectos.
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Schizanthus x wisetonensis |
Comienza pues una nueva primavera en la terraza que, visto lo visto, parece que sólo sea una fecha en el calendario y no un punto de partida verdadero, puesto que aquí las cosas llevan ya un tiempo de lo más animadas. Quedan, eso sí, montones de especies que todavía reservarán sus mejores galas para las próximas semanas e incluso meses: la experiencia de otros años dicta que, por mucho que el tiempo -el meteorológico- parezca ir algo desacompasado, hasta el mismísimo final de la estación en la segunda quincena del mes de junio hay tiempo para ir descubriendo flores nuevas casi en cada visita. No queda más que sentarse a ver cómo se desarrolla todo, pues con los elementos presentes y pasados cercanos -preocupante falta de precipitaciones, invierno sin frío y un verano anterior demasiado cálido- las cosas desde luego no van a ser tal cual uno las espera.
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