miércoles, 15 de julio de 2015

Pentas lanceolata, un oasis de flores

Pentas lanceolata
Parece mentira lo difícil que puede llegar a ser encontrar plantas perennes que se adapten a las condiciones de la terraza. Quitando especies con una particular resistencia, como los cactus, crasas y algunas rizomatosas, la mayoría de perennes y vivaces herbáceas acaban de mala manera casi siempre debido a los problemas que genera el acúmulo de calor y humedad en las macetas de plástico. La especie que protagoniza esta entrada, aunque muy cerca todavía de su llegada a la terraza, parte con la premisa de ser una herbácea con buena predisposición a prosperar en el ambiente cálido del verano mediterráneo.

Distintos grupos de flores
Pentas lanceolata es una rubiácea que se encuentra de manera natural en diversas regiones del noreste de África y la península arábiga. En español se la conoce simplemente como penta o pentas, y en inglés tiene el pomposo nombre de egyptian starcluster ("racimo de estrellas egipcio") en referencia a sus agrupaciones de flores en forma de estrella de cinco puntas. Se trata de una planta muy común en los viveros y no resulta difícil encontrarla en distintos tonos de rojo, rosado o blanco. Yo la encontré en una tienda cercana a casa donde ya las venía viendo a la venta desde hace dos años cerca del verano, aunque no le presté mucha atención hasta que me informé de sus peculiaridades.

Una auténtica bola de flores
El ejemplar que traje a casa tiene un buen tamaño -alrededor de 30 cm. de altura- y me costó un euro y medio. Era el único que quedaba en la tienda y tenía las flores de un color rosa intenso. No me hubiera importado tampoco que fuese de flores rojas, aunque con uno de flores blancas seguramente no me hubiese animado. Tan pronto como lo llevé a casa lo puse a pleno sol con un chorro de agua sobre el sustrato, algo compactado. Traía bastantes flores todavía a punto de abrirse, así que me esperé a la siguiente visita con la idea de encontrarme la planta en pleno apogeo. Tras dos días lo que me encontré fue la maceta tirada en el suelo por culpa del viento y la tierra sequísima, pero con la planta en buen estado aparente. Sin quererlo, pude poner a prueba su resistencia al calor y falta de humedad puntual sobre la que había leído previamente: la planta se recuperó en apenas veinte minutos tras recibir un "riego de emergencia", pasándola a semisombra y dejándole puesto debajo de la maceta un platito. A la tercera visita la planta ya estaba tan bonita como se aprecia en las fotos, con decenas de flores apiñadas.

Anthidium florentinum libando
La planta resiste perfectamente el calor a pleno sol de estos días. Tiene hojas grandes, ovado-lanceoladas, que crecen apuntando hacia abajo, y son buen indicador de si nos estamos quedando cortos con el riego. Hasta ahora no he visto a la planta pasar sed de nuevo y ya me decidí, tras una semana, a pasarla a una maceta más grande y volver a colocarla a pleno sol, aún con un recipiente debajo para que no pierda demasiada agua en estos días en los que un endurecimiento de las condiciones meteorológicas -como posibles vientos cálidos y secos- podría resultar grave. Seguramente en otoño e invierno su mantenimiento sea a la inversa, esto es, dejar que drene totalmente y no regar hasta que no sea estrictamente necesario. Es una planta de climas cálidos pero confío en que consiga sobrevivir al suave invierno de Cullera.

Permaneciendo cerca de la planta
El segundo motivo por el que me interesaba la planta es que sus llamativas aglomeraciones de flores tienen fama de ser un reclamo estupendo para las mariposas. Quien dice mariposas, dice cualquier insecto que se dedique a libar el néctar de las flores. A pesar de no tener olor alguno, cosa que no necesariamente influye en la atracción de polinizadores, parecen ser irresistibles para abejas y moscas. Mariposas ya de por sí se ven pocas en la terraza, y en verano mucho menos, pero ha sido exponerla de nuevo al sol y de repente han vuelto especies como la Anthidium florentinum de las fotos, que se negaba a abandonar la planta durante la tarde en que hice las fotos; también las abejas de la miel, que desde que las anuales se marchitaron prácticamente habían desaparecido, han visto su curiosidad movida por sus flores estrelladas. Lo mismo ha ocurrido con otras especies más pequeñas de abejas y avispas.

Manteniendo el perímetro
El tiempo dirá si la decusión de probar con la Pentas lanceolata ha sido un acierto o no. De momento cumple con lo esperado, pero si finalmente resulta ser una especie duradera, florífera y tan atractiva para los insectos como las agrupaciones de anuales de principios de primavera, entonces habrá valido totalmente la pena. No fue la única adquisición aquel día, pues también me llevé, con exactamente las mismas intenciones, una pequeña planta florecida de Lavandula angustifolia, la cual a pesar de ser una especie reconocida por su resistencia a la sequía no parece estar funcionando tan bien como su vecina, seguramente por encontrarse todavía demasiado tierna tras la salida del vivero donde la debieron producir. Así pues, aprovechando el amplio espectro de luz solar que ofrece el verano, quizá haya que enviarla al rincón trasero para que se adapte bien a su nuevo entorno y consiga formar en un futuro un dúo de matas floríferas junto a la Pentas.

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