miércoles, 25 de febrero de 2015

Las margaritas de febrero

Dimorphotheca sinuata
En la terraza ya se ha dado el pistoletazo de salida de la carrera de la floración y son varias las especies de distintas familias que despliegan sus encantos ante ese sol que empieza a alargar su presencia en el cielo. Con un gran número de ejemplares, las compuestas son desde siempre una de las familias con más presencia en la terraza, con una larga lista de alegrías, decepciones, re-intentos y abandonos. Hace casi un año, febrero empezaba a cerrar prematuramente un un invierno anormalmente cálido y seco, y multitud de especies de asteráceas perennes y anuales llenaban ya la terraza de color, algunas desde hacía semanas y hasta meses. Este año, aunque las condiciones han sido totalmente distintas, parece que el resultado no sea al fin y al cabo tan diferente.

Rhodanthe chlorocephala
Empezaríamos primero comentando las que menor impacto han tenido, aun cuando no ha habido realmente ninguna ausencia respecto al año pasado. Esta categoría la lideran las perennes africanas, que incomprensiblemente y tras pasar un otoño-invierno en el que casi no han necesitado riegos por la buena retención de la humedad que sucedió al duro trance del verano, no han causado el impacto del año pasado. La Felicia amelloides, la cual perdió su forma de arbusto compacto y vertical desparramándose hacia los lados, florece de manera tan pobre como los primeros días del verano en que vino a casa. Aunque desde el centro suben nuevas ramificaciones, todavía no sé si la planta irá a menos o podré esperar una recuperación de cara a la próxima temporada. Por otra parte, la Osteospermum fruticosum a estas alturas sólo ha sacado un capítulo de pétalos deformes y no sé si los demás que trae llegarán a cubrir la planta de manera tan espectacular como el año pasado. Esto vale para las dos, puesto que desconozco si en realidad lo que ha ocurrido es que el frío invernal ha causado un retraso proporcional y las plantas empezarán a llenarse de flores dentro de unas semanas.

Argyranthemum frutescens
Por otro lado, está la ausencia de la Ismelia carinata, el crisantemo tricolor, pero ésta es sólo temporal. Hay varias plantas en la terraza, que ni siquiera sembré voluntariamente dado que cayeron semillas de las plantas anteriores por doquier, y que ya están formando sus capítulos. Será más tarde, pero será. Su vecina cercana, la perenne Argyranthemum frutescens, sí parece que tras el crecimiento desarrollado en invierno volverá a llenarse de flores. Eso sí, parece que me la hayan cambiado, puesto que el año pasado los pétalos eran de un color rosa intenso y ahora son burdeos. Suele pasar, y de hecho ya me pasó con una Gazania anteriormente y sospecho que esto se debe a que las plantas que venden florecidas a finales de invierno se fuerzan con luz artificial para que estén presentables de cara a ser expuestas en los comercios.

Otra especie con grandes diferencias respecto al año pasado ha sido la caléndula. Quizá no acerté con su ubicación, pero esperaba que en la maceta donde está al menos saliesen tres o cuatro ejemplares de tamaño similar a los del contenedor durante 2013-2014, que a pesar de ocupar un sitio no deseado, fueron plantas exitosas. Se ha abierto por fin el primer capítulo de unas plantas que este año han crecido menos y no han estado exentas de problemas. A partir del próximo mes de septiembre habrá que buscar un contenedor mejor donde puedan desarrollarse a pleno rendimiento.

Mauranthemum paludosum
En la lista de las triunfadoras no podemos obviar a las campeonas indiscutibles, las Mauranthemum paludosum, la anual a la que nunca le encuentro las semillas y siempre se las apañan para aparecer no en un uno, sino en decenas de sitios a la vez, aun cuando este verano llegaron a desaparecer del todo. Les acompañan las Dimorphotheca sinuata, que tras tener que retirarlas del contenedor porque la falta de sol (¡falta de sol! justo el problema contrario al de verano) las hace crecer grandes, lacias y quebradizas, consiguieron tomar el testigo de las mencionadas margaritas perennes africanas, cubriéndose de flores en pleno invierno. Mientras el ejemplar grande ha ido sufriendo los envites del viento y ha acabado doblada y desordenada, pero aún en buen estado, un ejemplar de pequeño tamaño junto a las caléndulas se revela con un nuevo color, un naranja intenso y brillante.

Las Cosmos ya aparecieron en una entrada reciente. Si el año pasado sólo hubo un ejemplar de flores blancas, en esta ocasión los Cosmos bipinnatus rosados y los C. sulphureus anaranjados florecen juntos desde hace unas semanas. A su lado está una de las gigantes de la familia, la Leucanthemum x superbum, que vendría a ocupar la plaza que tuvo la Argyranthemum el año pasado, esto es, una planta que vino ya bonita y floreciente desde la tienda, pero que todavía tiene margen para dar más de sí. Y junto a todas ellas están las Gaillardia aristata, que llegaron para quedarse hace ya dos temporadas y actualmente conforman la segunda generación, aparecida de las semillas autosembradas de la primera.
Calendula officinalis

Finalmente quedaría hablar de una australiana, la Rhodanthe chlorocephala, que ya aparece en la entrada anterior. Esta margarita tiene la particularidad de contar con otra manera de asemejarse a una flor simple, y es que en lugar de formar una falsa corola alineando lígulas alrededor del disco floral, ha optado por colorear el interior de las brácteas del involucro. Su paisana la Brachyscome iberidifolia también cuenta con multitud de representantes en la terraza que salieron por la dispersión de semillas y las dejé a su aire; también parece que algunas florecerán pronto.

Así pues, la gran familia de las compuestas inaugura una temporada prometedora que se acerca poco a poco a los agradables días del mes de marzo. Quedan muchas más especies que ver e incluso todavía sembrar, lo cual es emocionante, más aún cuando algunas de ellas que hacen su debut esta temporada en la terraza.

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