viernes, 27 de febrero de 2015

De moscas y margaritas

Lucilia sericata
Desde la llegada del invierno, unas de las pocas flores que han estado presentes hasta hoy sin interrupción, es más, en aumento incluso, son las pequeñas margaritas Mauranthemum paludosum. Estas anuales se autosiembran en la terraza con bastante facilidad aunque muchas veces he destacado el hecho de que, cuando voy a buscar semillas para plantar, no las encuentro. Al final ni siquiera vale la pena, puesto que en los dos últimos otoños las he introducido en el contenedor de las anuales, que era mi intención, simplemente repicando ejemplares adventicios.

Debido a que suelen ser la primera "plataforma" que encuentran los insectos, no es raro encontrar allí a los pocos que se pasan durante el invierno, en este caso moscas. Las abejas y mariposas suelen preferir otras flores que también suelen estar casi siempre presentes en la terraza, como las Gaillardia aristata, cuyas cabezuelas rebosantes de polen atraen a las pocas mariposas que se pueden ver en invierno. Las abejas, más laboriosas, revisan todas las flores que encuentran.

Comparativa
Volvamos a las margaritas. Éstas proceden de una tienda cercana a casa que las vendía a 0,60€, un precio de lo más tentador. Compré dos, puesto que el primer ejemplar se me murió, lo que son las cosas, debido a que se le inundó el recipiente donde tenía puesta la maceta para que fuese absorbiendo agua por capilaridad debido a que la había trasplantado a una mayor. Volví a la tienda y adquirí otra, posiblemente la "madre" de todas las que ha habido desde 2013 ya que de la primera no sé si llegaron a caer semillas.

De entre los ejemplares aparecidos, la variabilidad es enorme. Conozco a la especie original silvestre porque no muy lejos de la terraza, en los prados calizos y monte bajo del oeste de Cullera, crece de manera regular y florece desde finales de otoño hasta principios de primavera, casi casi lo mismo que su homóloga domesticada. La diferencia principal radica en que la silvestre tiene hojas pequeñas y siempre son plantas de escaso porte, mientras que la cultivada tiene hojas amplias y su tamaño es muy variable, pudiendo crecer por encima de los 20 cm. de altura cuando tiene espacio para hacerlo.

Maceta con Mauranthemum
A su vez, el tamaño de los capítulos es muy variable. El año pasado aparecieron de manera espontánea ejemplares con proliferación extra de lígulas, mientras que este año ha aparecido el que posiblemente sea el más grande de toda su generación, con algo más de 45 mm. de diámetro. En la foto he intentado realizar lo más fielmente posible, ayudado de la regla que aparece, una comparativa a escala del ejemplar en cuestión con uno de los más pequeños. El tamaño habitual se sitúa a medio camino de ambas. La más grande, por supuesto, ha crecido en el contenedor, con sus cerca de 30 cm. de sustrato por debajo para crecer a gusto.

Calliphora vicina, macho
Últimamente, las Mauranthemum están sirviendo de fondo para fotografiar moscas. Además de la bonita Eristalinus aeneus, un sírfido que volví a ver el pasado jueves y del que obtuve una de las mejores fotos de insectos que he conseguido hacer hasta ahora (la que abre esta entrada), son otras las especies que he observado en la terraza y que he identificado gracias a la ayuda inestimable de los compañeros del foro de Infojardín. A finales del año pasado se acercaba una Muscina stabulans, muy común y perteneciente a la misma familia que la mosca doméstica, y durante febrero he visto a la Lucilia sericata, de color verde brillante, y Calliphora vicina, de color azul metalizado. Ambas pertenecen a la misma familia, Calliphoridae, y junto con la especie anterior se trata de moscas que depositan sus huevos en la carne en descomposición. Los adultos, como se ve, sienten predilección por las flores, aunque sólo las veo pararse en estas margaritas. A las Calliphora vicina las estoy viendo muy a menudo y únicamente visitan las Mauranthemum: el olor de las margaritas tampoco es desagradable, pero tampoco podríamos lo tildar de fragante, sino más bien "harinoso". Donde también van a parar estas moscas es, como es de suponer, a las cajas de porexpán de pescadería que he usado este año para plantar bulbos. Cuando dejé algunas de estas cajas a secar al sol las moscas azules aparecían a los pocos minutos atraídas por el olor a pescado.

Esta es sólo una muestra de lo que flores y polinizadores dan de sí cuando se encuentran. Presumiblemente, con el buen tiempo que tenemos ya instalado entre nosotros, el número de insectos aumentará, especialmente el de himenópteros, de los que he visto gran cantidad de especies estos años en la terraza y algunas no se han vuelto a repetir: me gustaría ir relocalizando a cuantas más mejor para mostrar aquí en plena armonía con las flores.

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