lunes, 14 de enero de 2013

Mimosa sensitiva, viaje a través del tiempo

Cabezuela floral de mimosa sensitiva
Creo que no me equivoco si digo que la mimosa sensitiva (Mimosa pudica) es la planta que más años hace que tengo a pesar de no poder llevar la vida de perenne que suele tener la planta en sus lugares de origen. Explicándome mejor: sólo compré una planta hace casi siete años y es a partir de ahí de donde han surgido todas las plantas que haya podido tener después únicamente a base de semillas.

La mimosa sensitiva es una planta que a todo el mundo llama la atención por su peculiar modo de cerrar las hojas a modo de defensa. Cada hoja tiene de dos a cuatro divisiones pinnadas compuestas por un buen número de pares de folíolos. Al tocar una de estas hojas, se produce una contracción que hace que las hojas queden plegadas. Si se sigue insistiendo, también la hoja se inclina hacia abajo, doblando el pecíolo desde su unión al tallo. Plegando las hojas de esta manera intenta evitar que los insectos u otros animales mordisqueen las hojas; además, los tallos poseen pequeñas espinas que, si bien no son tan notables como las de un rosal, cumplen su función defensiva. Aparte, la planta utiliza esta peculiaridad durante las horas de calor, para evitar perder demasiada agua, y por la noche, en la que la planta permanece con todas las hojas plegadas.

Su floración consiste en unas cabezuelas filamentosas de color malva, que contienen multitud de flores. Se asemeja a la floración de los árboles a los que también llamamos mimosas (o acacias) y que encontramos cultivados como ornamentales (como Acacia saligna o Acacia farnesiana). Al madurar aparecen unas estructuras similares a las vainas de otras leguminosas aunque sin piel recubriendo las semillas, que quedan unidas por una estructura fibrosa en un modo que podría recordarnos a los aros de plástico que se utilizan para sujetar los packs de latas de refresco. Las semillas, de color pardo, se desprenden con facilidad.

Planta a mediados de julio de 2012
Adquirí mi primera mimosa en verano de 2006. Se trataba de un ejemplar de buen tamaño, posiblemente cultivado en un invernadero. Debido a que ya vino a casa bien establecido, durante ese verano alcanzó un tamaño notable y floreció a lo largo de todos los meses cálidos, dando un buen montón de semillas. Llegado el mes de octubre se secó y la tuve en un mismo rincón hasta la primavera siguiente, pero no mostraba señales de vida. Parece ser una planta muy estricta con las temperaturas: en el momento en que bajan de unos 13-15ºC de manera prolongada, la planta muere irremediablemente. Por ello, aunque se trate de una perenne de vida corta -en su zona de origen, de clima tropical- no queda más remedio que sembrarla todos los años. Debido a su rápido desarrollo, no supone ningún problema.

A la temporada siguiente sembré unas cuantas y obtuve 4-5 plantas, aunque se dieron bastante peor que la anterior. Sólo conseguí unas pocas semillas que ahora mismo no sé cuáles son, ya que sigo conservando las de 2006 en una bolsita de plástico y posiblemente las mezclara. Este sería el inicio de una larga pausa en el mantenimiento de esta especie, puesto que no volví a intentar su siembra, sin éxito, hasta 2011, germinando algunas semillas pero no consiguiendo sacar adelante las plantas, posiblemente por las malas condiciones de cultivarlas en el balcón.

Cabezuela con frutos ya secos
En 2012 me propuse hacerlo mejor y volví a rescatar algunas semillas, que contarían ya con seis años de antigüedad. A pesar de su edad, la simiente germina bien por el sistema de colocarlas sobre papel de cocina húmedo. En no demasiados días empiezan a asomar las raíces y podremos entonces enterrarlas en una maceta que cuente con un buen grado de humedad y calor. Mientras no les falte esto, pueden estar a pleno sol. Por si acaso, las mantuve un tiempo en el rincón de la terraza, evitando el sol de después del mediodía, hasta que alcanzaron una talla decente y ya las trasladé a una zona de exposición más prolongada.

Fueron dos las plantas que crecieron, aunque como siempre ocurre, al plantar dos en una misma maceta siempre hay una que no crece igual, con lo que se podría considerar que sólo hubo una planta. Para mediados de verano tenía un tamaño contenido, aunque ya con muchas ramas y hojas con un aspecto saludable. Poco después comenzaría a florecer, cosa que hizo con bastante regularidad y que se tradujo en un buen número de semillas tratándose de una sola planta. Al menos he conseguido aportar material más reciente y tener semillas frescas para otros años. No obstante, el éxito en la germinación de las semillas viejas sigue siendo óptimo a pesar de su prolongada edad.

En 2013 probaré de nuevo con ellas aunque quizá lo haga en una maceta de mayor tamaño. Al parecer es una planta que agradece tener espacio para sus raíces y posiblemente con ello consiga una planta de mayores dimensiones que la del año pasado que, todo hay que decirlo, cultivé en una maceta de tamaño contenido y aún así no fue nada mal. Un año más, espero que esta planta americana extienda sus ramas en la terraza.

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