martes, 23 de abril de 2013

Clavel del poeta: ramos en miniatura

Clavel del poeta de flores dobles
Si me preguntan qué me parecen los claveles de toda la vida, seguramente diré que, como otras plantas "clásicas", no les acabo de encontrar atractivo. Sin embargo, y a base de conocer la multitud de especies de este género que, tampoco nos engañemos, no son excesivamente distintos entre sí, encuentro que algunos de ellos pueden tener su encanto.

En Cullera mismo crece un clavel silvestre, el Dianthus saetabensis, de flores simples pero gráciles y bonitas, con cinco pétalos rosados y un cáliz largo y tubular, suspendidas sobre tallos finísimos. Florecerán dentro de muy poco y este año volveré a intentar fotografiar al ejemplar perfecto, con el mayor detalle posible, para mi colección de imágenes de plantas autóctonas. Pero, mientras tanto, en la terraza, una de las dos especies de claveles que tengo actualmente ya está mostrando sus mejores galas.

Se trata del clavel del poeta (Dianthus barbatus), o "Sweet William" como lo llaman los angloparlantes, en variedad de pétalos dobles. Es una planta bienal, que efectivamente ha tardado un año en dar flores desde que los sembrase en primavera de 2012. No descartaría, sin embargo, que les ocurriese como a las dedaleras y vivieran un tiempo más... pero para averiguarlo tendrá que ser cuando terminen de florecer y según sobrelleven la época más cálida del año. Por lo pronto, no estaría de más curarme en salud sembrando de nuevo este año.

Más pétalos y más colorido
Se trata de una planta de escaso porte con tallos rectos recorridos por hojas lanceoladas, algo más anchas que en otros claveles, opuestas entre sí. Parece ser bastante resistente, pues en otoño-invierno apenas las regué. De hecho, gran parte de su vida, germinación incluida, transcurrió en el contenedor donde fueron sembradas semillas variadas también en primavera de 2012. Al limpiarlo, extraje los ejemplares más grandes de clavel del poeta con el fin de trasplantarlos, pues no quería perderlos. Es posible que algún ejemplar más pequeño o malogrado fuese descartado en su día, pero parece ser que la mata que conservé tiene 3-4 ejemplares. O, al menos, de momento han florecido tres tallos y parece quedar alguno más.

A esa resistencia a la falta de riego hay que sumar dos factores más. Han estado siempre a pleno sol y ya conocen el verano de Cullera, algo que no les sucede a muchas plantas que les acompañan, bien porque son nuevas o bien porque han germinado entre el pasado otoño y hoy. El segundo hándicap con el que han tenido que lidiar es con los gorriones, pues ha sido una de las plantas más vilipendiadas por estos pajarillos. Desde su paso a maceta, no recuerdo si antes también, los gorriones han ido mutilando las hojas que había a su alcance hasta cortarlas por la mitad (además, parece que estas sí se las comen). Se pasaron así todo el invierno y podrían haber dado al traste con las plantas si hubieran picado en el punto de crecimiento apical. Cuando las plantas ya no eran más que un montón de medias hojas y veía que la primavera estaba por llegar, las puse bajo una jaula vieja para que pegaran el estirón sin molestias.

Flores y hojas
Gracias a eso, en pocas semanas las plantas ganaban altura, recuperaban hojas y comenzaban a enseñar lo que serían los botones florales. Y ha sido ahora, en abril, cuando se han llenado de flores rosadas.

Las flores contrastan con los tallos, que parecen pequeñas cañas, apareciendo en apretados glomérulos compactos como pequeños ramilletes. Quizá es lo que me atrae de ellos, esas "bolas" de flores tan juntas. Tampoco soy demasiado aficionado a las flores dobles, pero en estos no quedan mal aunque, sin duda, los preferiría de flores simples. Además, las flores no presentan una mutación muy exagerada dado que en algunas aún veo sus estambres -especialmente en los rosa claro-, con lo cual tampoco resultan ser de esas flores que parecen pañuelos arrugados, aglomeraciones exageradas de pétalos.

Ahora no queda más que disfrutar mientras dure de la recompensa que tanto tiempo y dedicación ha requerido. Visto que efectivamente tardan una temporada en florecer pero no se hacen muy grandes, quizá pruebe de sembrar en breve a la próxima generación en el contenedor, no muy alejados de las margaritas de Livingstone, para formar una pequeña mata que alegre la terraza al año que viene.

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