lunes, 29 de febrero de 2016

Las otras abejas

Anthophora plumipes 
El año ha llegado, quizá un poco antes de tiempo, a esa época en la que el sol de media mañana favorece a unas ya abundantes floraciones en su llamada a los insectos polinizadores. La disponibilidad de especies atractivas que comienzan a producir néctar y polen en abundancia hace que la terraza se convierta en un punto de referencia para aquellas abejas que se aventuran a entrar en la ciudad. Un soleado mediodía en la terraza atestigua el ir y venir de un número puntual de especies que tienen ya bien claro dónde se encuentran sus flores favoritas, y saben cómo manejarlas para obtener el máximo provecho. A su vez, para mí supone un enorme beneficio ya que al final de la temporada dichas especies producirán más semillas de lo que hubieran hecho por la simple autopolinización, permitiéndome asegurar una generación más de plantas para próximas temporadas, algo importante en el caso de las especies anuales y especialmente para aquellas cuyas semillas pierden viabilidad en dos o tres años.

Osmia sp.
No hay duda que la especie más versátil y frecuente para la terraza es la abeja de la miel (Apis mellifera). Su abanico de plantas aprovechables es mayor que el de cualquier especie de insecto, ya que gracias a su tamaño mediano consiguen encontrar la manera de extraer beneficio de flores muy variadas. Son capaces de buscar polen en plantas de inflorescencias compuestas como las margaritas y umbelíferas, flores tubulares en cualquier posición -no muy largas- como las lavandas y muscaris o flores acampanadas como las dedaleras o capuchinas. El caso es que entre estas opciones pueden encontrar rivales como otras abejas, moscas, avispas o las mariposas, pero existen flores que parecen estar hechas sólo para abejas, como las borrajas o las tomateras, que tienen los nectarios colocados de tal manera que sólo insectos del tamaño y adaptación de una abeja consiguen aprovechar, además de contar con un "sistema acústico" que libera polen cuando las abejas consiguen con la vibración de su zumbido alcanzar la frecuencia necesaria para que esto ocurra. Y no hablemos ya de las orquídeas Ophrys, con varias especies presentes en el término municipal de Cullera, que adaptan sus diseños para engañar a diversas especies de abejas macho con el fin de que éstos transporten su polen de una planta a otra.

Anthophora plumipes 
Sin embargo, existen multitud de especies de himenópteros a los que podemos llamar coloquialmente abejas, o abejorros, y una inmensa mayoría de ellos tienen hábitos solitarios. Así como las abejas de la miel trabajan en conjunto para mantener una colmena y todas se reparten el trabajo de mantener a la reina y sus crías, sus hermanas, las abejas solitarias hembra suelen centrar su atención en recoger suficiente alimento para dejar reservas en los nidos que construyen, que generalmente consisten en un agujero con varias cámaras selladas cuyos compartimentos contienen un huevo que aprovechará las reservas durante su estado de larva para crecer hasta llegar a la metamorfosis en adulto.

Durante estos días he podido observar hasta tres especies de abeja además de las comunes. De una de ellas poco que decir, como breve fue su visita: un abejorro (Bombus terrestris) que encontré el pasado jueves en una flor de Oxalis pes-caprae y se fue antes de poder coger la cámara de fotos. Esta especie no resulta demasiado frecuente en la terraza y sólo la observé en repetidas ocasiones el último año en que coincidieron las floraciones abundantes de los Anthirrinum majus plantados en masa y las Digitalis purpurea, para lo que hay que remontarse a hace tres primaveras. Si bien este año es probable que las plantas de Digitalis que mantengo florezcan, lo cierto es que abandoné la plantación en conjunto de los Anthirrinum debido a que la especie se ha vuelto invasiva en la terraza y aparece de manera no deseada por todas partes, lo cual no parece ser suficiente para llamar la atención de los abejorros. Debería probar, al menos, a agrupar algunos en macetas que han quedado con grandes espacios libres, que las hay. Estos insectos son los únicos que aprovechan las flores de Anthirrinum como corresponde, siendo capaces de separar los dos lóbulos labiados de la corola y acceder a su interior.

Anthophora plumipes 
Hablemos ahora de la Anthophora plumipes. Se trata de una abeja solitaria que tiene un tamaño cercano al de una abeja común, aunque cuenta con una constitución robusta más similar a la de un abejorro. Se aprecia la diferencia entre machos y hembras: ellos son pardos, mientras que ellas son de un color más oscuro con las patas traseras cubiertas de pelo anaranjado y adaptadas para cargar polen como sucede en otras abejas. Es de las especies más tempranas en venir y la conozco sólo desde el año pasado, cuando me llamó la atención una abeja grisácea, de zumbido potente y vuelo muy nervioso que realizaba el mismo recorrido una y otra vez sin detenerse. Parecía que le atrayesen las flores pero luego no tuviese ningún interés en ellas. Sólo a finales de marzo, tras una semana de lluvias que se hizo patente con una notable llegada de insectos en busca de flores, logré ver alguna detenerse por un momento en las borrajas. A mediados de abril, a pesar de la llegada de más especies de abeja, las Anthophora acabaron desapareciendo.

Anthophora plumipes 
Este año su vuelta ha sido más temprana y casi se podría decir que más relajada. No sé qué condiciones han hecho que se fijen casi obsesivamente en apenas tres tipos de planta: las borrajas, las flores tubulares de la Cerinthe major y las pequeñas flores bilabiadas de las linarias. Al igual que el año pasado, estas abejas llegan y realizan vuelos muy nerviosos, deteniéndose del todo sólo si la flor requiere una revisión a fondo: en ocasiones ni siquiera dejan de aletear mientras liban, e incluso he observado cómo cambian la frecuencia del zumbido cuando cuelgan de las flores de las boragináceas arriba mencionadas, las cuales seguramente liberen polen con este estímulo. Por ello, este año he podido observar, fotografiar y seguir mejor a esta estupenda y trabajadora especie. Tiene una lengua larga y poderosa, prácticamente tan larga como su cabeza, con lo que confío en que ayuden a polinizar a las Cerinthe que, durante la pasada temporada y sin saber el motivo, no dieron semillas. Dado que sólo me quedan semillas de hace unos años, sería importante conseguir renovarlas este año, y quizá estas abejas sean la clave.

Anthophora plumipes 
Otra especie que también empieza a dejarse ver estos días es Osmia. Su frecuencia en la terraza es bastante extensa, siendo muy regular durante la primavera y de las pocas que todavía se dejan ver durante la parte más cálida del verano. Sin embargo, su presencia no abarca el año completo y no suele verse entre más o menos la mitad del otoño y ahora, a finales de invierno1. Tiene un tamaño ligeramente inferior al de una abeja común, pero su clasificación y costumbres son muy distintas. Pertenece a la familia Megachilidae, las abejas cortadoras de hojas. Lejos de equipararse a las conocidas hormigas cortahojas americanas, lo que hacen estas abejas es utilizar las hojas y otros materiales sólo como material de construcción, con lo que los daños a las plantas son inapreciables, mínimos. Las Osmia, en concreto, suelen utilizar porciones de barro para este fin. Destacan en esta familia las cabezas voluminosas con robustas mandíbulas. A la hora de recoger néctar son menos meticulosas que sus parientes y suelen detenerse en plantas con superficies planas donde rebañarse en polen para adherirlo a los pelos de todo su cuerpo, algo que realizan con facilidad en las compuestas de capítulos grandes en forma de margarita como las caléndulas y las cosmos que están en flor ahora mismo.

Hay más abejas que visitan la terraza, pero suelen hacerlo más cerca de la primavera. Megaquílidos como la mencionada Osmia y especies similares -que aún no he identificado- así como las robustas Anthidium y Rhodanthidium, se dejan ver a menudo; otros ápidos como los abejorros y la enorme Xylocopa, la cual a pesar de su tamaño tantea multitud de flores como lo haría una abeja de menor talla; y halíctidos como Halictus scabiosae, que recogen polen bañándose en él de la misma manera que la mencionada Osmia. Insectos todos ellos importantes para que el ciclo reproductivo de las plantas se mantenga en funcionamiento y a los cuales es un placer poder servir de ayuda, ofreciéndoles alimento variado en medio de la ciudad, aunque sólo represente un pequeño porcentaje de lo que pueden encontrar en el todavía rico estrato vegetal del ecosistema mediterráneo de Cullera.

1. Corrección: En posteriores revisiones se comprobó que las especies que continúan viéndose durante el verano son Megachile y no Osmia; éstas se han observado en diversas temporadas entre febrero y mayo.

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