viernes, 31 de marzo de 2017

Pequeñas criaturas

Opsilia coerulescens
La llegada de la primavera es sinónimo de aumento del número de los pequeños seres que llegan desde el cielo y se dedican a investigar las flores en busca de una fuente de alimento. Además de las abejas, que siguen mostrando una preocupante ausencia y falta de variedad este año, unos pocos insectos más se pasean por la terraza y algunos de ellos lo hacen en tal cantidad que parecen residir allí durante estas semanas. Y no sólo insectos: también las arañas, por supuesto, aunque éstas sí son residentes genuinos y de muchas ya se esperaba una presencia notable debido a que durante el verano pasado estuvieron protegiendo sus nidos y algunos ejemplares ya eligieron sus pequeños territorios en otoño e invierno, como en el caso de las arañas cangrejo. Además, como siempre, bajo tierra permanecen las trabajadoras lombrices. De los caracoles, afortunadamente, cada vez quedan menos y el que se atreve a buscar comida entre las macetas acaba topándose con el fatal molusquicida. Una mejora casi definitiva que ayudará enormemente a las siembras otoñales sin tener que emplear métodos casi herméticos para proteger las macetas.

Cacoecimorpha pronubana
Abejas aparte, los himenópteros tampoco están siendo particularmente frecuentes. A las omnipresentes Polistes habría que añadir una visita fugaz de una Vespula -que también fueron vistas en alguna ocasión durante el invierno- y la presencia más estable de unas diminutas avispas del género Crossocerus. Éstas son más pequeñas e inquietas que las abejas Lasioglossum presentes estos días. Tienen cuerpos alargados, cabeza y ojos desproporcionadamente grandes y unas alas con tonos purpúreos. Han aumentado su presencia poco a poco y tienen la particularidad de ser fieles a un punto concreto, donde se las observa con frecuencia durante días y gracias a lo cual, a base de montar guardia, conseguí hacer alguna foto decente: pocas veces aguantan más de un segundo quietas en el mismo sitio, aunque no me vean a mí y a mi cámara. Es una especie cazadora de larvas de otros insectos, algo típico de su familia (Crabronidae) y en este caso en concreto son las larvas de pequeños dípteros las que sirven de despensa para su propia descendencia.

Crossocerus sp.
De mariposas ha habido un poco de todo, pero las especies diurnas parecen tremendamente desconfiadas cuando entran en la ciudad. En una misma mañana llegué a observar macaón, vanesa del cardo y esfinge colibel y ninguna de ellas estuvo más que unos segundos en la terraza; ni que decir tiene que basta dar un paso haciendo mención de acercarme a ellas y huyen despavoridas. Esto es algo que no comprendo dado el caso de que en el campo muchas veces permanecen tan quietas que consigo acercarme a ellas a menos de un palmo; además, de la esfinge muchas veces he obtenido fotos y vídeos mientras vuelan entre las flores y la vanesa de los cardos, el año pasado, me dejó hacer lo mismo aprovechando lo entretenida que estaba con las flores de la Buddleja davidii. Es probable que para sentirse más atraídas y seguras necesiten una gran superficie llena de flores de su agrado que, dicha sea la verdad, no existe en la terraza. Al final, la única mariposa que ha posado para esta entrada es la humilde Cacoecimorpha pronubana, una polilla cuya prole ataca a diversas especies de plantas, destacando entre ellas los claveles, aunque no he visto más que unos pocos adultos y ninguna oruga.

Discomyza incurva
Los escarabajos, abundantes en el campo, se prodigan muy poco por la terraza. No falta ningún año el cetonino Tropinota squalida, que acude a darse baños de polen de diversas plantas, especialmente asteráceas. Este año se añade a la lista de especies observadas el Opsilia coerulescens, un pequeño escarabajo longicorne que vive asociado a los Echium. Casualidad o no, es el primer año que en la terraza florece una especie del género -Echium candicans. concretamente- y la primera que observo a este pequeño escarabajo de color verde metalizado y largas antenas que volaba tan pronto como detectaba mi presencia, aunque no fue difícil que se quedase quieto evitando movimientos bruscos. Sólo fue visto esa única tarde.

Finalmente, y como viene siendo habitual, las moscas son las que copan el mayor número de especies y ejemplares presentes habitualmente en la terraza. Ha habido de todo un poco: las muy abundantes Calliphoridae (Calliphora, Lucilia) y las variadas Syrphidae (Eupeodes, Eristalis, Eristalinus, Episyrphus) son las familias más frecuentes, pero también ejemplares de otras familias como Trigonospila o la pequeña Discomyza incurva, una mosca de color negro y aspecto jorobado que se pasea tranquilamente por las plantas sin volar ni siquiera al tener cerca presencia humana. Al parecer esta especie pone sus huevos en los caracoles muertos, lo cual es lógico y vendrá bien teniendo en cuenta que antes de aplicar venenos simplemente ahogaba en agua a los ejemplares más grandes y quería conservar sus conchas como eventual lugar de cría para algunas especies de abejas megaquílidas que las utilizan para tal fin. No hay que olvidar nunca que, pese a su mala fama, las moscas son de los insectos más útiles en un amplio abanico de posibilidades, desde descomponedoras hasta polinizadoras.

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