viernes, 21 de junio de 2013

Llegó la caballería

Mariquita en aciano lleno de pulgones
Una terraza llena de plantas es un festín para los insectos. Los hay que alegran la vista con su presencia y, además, no son en absoluto dañinos. Hablo de las moscas, abejas y mariposas de distintos tamaños y especies que pululan por las flores, alimentándose de su néctar y polen. Los insectos y otros artrópodos siempre me han llamado la atención, pero reconozco que su abundancia me sobrepasa, y nunca he sido capaz de identificar más allá de las cuatro especies más populares o aquello que puede encontrarse fácilmente en una guía. Mismamente, en la terraza recibo a tal cantidad de dípteros e himenópteros que no soy capaz de distinguir en realidad cuántas especies distintas hay.

Pero los insectos también pueden venir a hacer daño. Los más conocidos son los áfidos, los pulgones, que se aferran con sus mandíbulas a las plantas para extraer sus jugos. Llegan a ser muy abundantes y no necesitan de ambos sexos para tener descendencia, pues la inmensa mayoría son hembras que son capaces de reproducirse por partenogénesis, esto es, "clonándose" a sí mismas. Salvando las distancias, es tan eficaz como la reproducción vegetativa de las plantas, con la que consiguen generar individuos nuevos valiéndose de ellas mismas para hacer una "copia".

Pero los pulgones no carecen de enemigos. Las mariquitas, las crisopas y otros insectos cazadores las devoran. Sin embargo, algunas hormigas los defienden, dado que los pulgones excretan el exceso de azúcares que obtienen al chupar la savia y para las hormigas este desperdicio es un manjar de un valor incalculable. Por ello los "pastorean", vigilándolos y defendiéndolos ante atacantes a fin de preservar su fuente de glucosa. No creo que se llegue a dar el caso en mi terraza porque la presencia de hormigas allí siempre ha sido testimonial: el año pasado aparecieron alimentándose de los restos de las dalias podridas, posiblemente escalando desde la calle. Retiradas las dalias, desaparecieron las hormigas.

La presencia de pulgones en mis plantas es, de manera puntual, exagerada. A algunas no las tocan y con otras ni siquiera llegan a coincidir: de hecho, no he visto una sola bulbosa afectada por los áfidos. Sin embargo, tan pronto como llega la primavera y comienzan a subir las temperaturas, llegan los primeros pulgones alados y se establecen, extendiéndose como la pólvora. Dado que no aprecio daños en las plantas -los acianos, los más afectados, siguen floreciendo con normalidad y han superado los 70 cm. de altura- no me molesto siquiera en usar insecticidas. Al igual que con los pájaros, que un gorrión de vez en cuando picotee plantas no merece que haga por evitar la presencia de aves en la terraza, pues las visitas del colirrojo tizón, la lavandera blanca o el mosquitero durante los inviernos son bien recibidas.

Crisopas he visto alguna vez, muy puntualmente, pero mariquitas no había visto hasta ahora. Durante la semana he detectado un par de mariquitas de siete puntos (Coccinella septempunctata) y al menos una, no sé si la misma, continuaba dos días después en las plantas. Alguna vez incluso llegué a pensar en capturar unas cuantas en algún punto donde abunden y soltarlas en la terraza, pero tarde o temprano era inevitable que llegasen por sus medios. Ahora, a ver si son capaces de llegar en mayor número, establecerse y reproducirse, para así dejar todo un ejército de larvas combatiendo los pulgones. Éstos desaparecerán hacia el otoño, y las mariquitas para entonces supongo que entrarán en algún tipo de letargo, preparadas para la temporada siguiente.

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