lunes, 4 de abril de 2016

Inaugurando un nuevo abril

Omphalodes linifolia
Abril ya está aquí, y un año más la terraza lo recibe llena de flores. Las temperaturas son suaves -inferiores incluso a las de finales de marzo- aunque no tanto como el año pasado. Sería deseable, no obstante, que se mantuvieran como están un tiempo y no ocurra como en la temporada anterior, en la que la escalada de temperaturas sin vuelta atrás se produjo casi de sopetón a mediados del mes. También las precipitaciones han vuelto hoy, después de unas semanas de sol. De momento no son cuantiosas, pero se agradece que continúe lloviendo más allá de finales de invierno, y más con los años que hemos tenido en los que las primaveras fueron relativamente secas, con apenas unas pocas lluvias al inicio y al final de la estación.

Agrostemma githago
En los soleados días transicionales de marzo a abril, las protagonistas indiscutibles son las anuales. Viejas conocidas con experiencia de unos años, especies que este año he plantado en mayor cantidad debido a su éxito en su primera temporada y, por supuesto, las siempre esperadísimas especies que florecen por primera vez en la terraza. Son días en los que nos reciben flores de prácticamente todos los colores del arcoíris -menos el verde, que obviamente ya está presente en el follaje. A estas alturas no hay todavía especies que hayan comenzado su declive, si bien empiezan a vislumbrarse las primeras candidatas para ello: las Nemesia strumosa están ya formando sus cápsulas de semillas en forma de zurrón, y del mismo modo, las flores más tempranas de Linaria reticulata y Linaria maroccana se han convertido a su vez en cápsulas con simiente. No obstante, especies como estas dos pueden pasarse semanas produciendo semillas en las flores más bajas mientras todavía quedan flores nuevas abriéndose en el extremo de sus espigas. Lo adecuado, para evitar perder muchas semillas, es encontrar el momento en el que ya hay varias cápsulas abriéndose y quedan pocas flores arriba, sacrificándolas a fin de preservar la mayor cantidad de semillas posible. Para ello, además, es conveniente no guardar estas espigas en recipientes cerrados ya que las partes aún verdes pueden llenarse de moho y arruinarlo todo.

Bupleurum rotundifolium
El contenedor se llena estos días de especies que son apuestas seguras. Comienza el turno de plantas medianas a grandes, que si bien no crecen más despacio, sí suelen tomarse algo más de tiempo para florecer. Lo que más destaca desde lejos en el contenedor son las vistosas flores naranja de amapola de California, que este año están resultando ser un imán de abejas, y las grandes flores rosadas de las neguillas 'Milas', las cuales nunca se quedan en su sitio. Las planté en una posición más atrasada, pero no hay manera: en cuanto las flores aparecen y la brisa las mueve, se doblan hacia todos los lados. No son capaces de mantenerse derechas, alineadas con su propia base, sino que se curvan hasta que hacen tope con una planta cercana. Supongo que en la naturaleza -aunque este cultivar tiene flores mucho mayores que la variedad silvestre- crecen entre plantas mayores que ellas que las mantienen totalmente enderezadas. Para la próxima ocasión quizá sería buena idea mezclarla con plantas muy densas, como la mencionada amapola de California, que asegurase que todo el tallo está sujeto y sólo el extremo superior, con las flores, quede libre.

Clarkia unguiculata
Las otras amapolas californianas, Eschscholzia caespitosa, han acabado por no tener a la suerte de su lado. Hace mes y medio que apareció la primera y única flor y ninguna de las dos o tres plantas que se encontraban desarrollando flores volvieron a manifestarse. El problema es que la planta se queda en una talla muy reducida y sus compañeras más grandes le quitan luz: al año que viene, por tanto, descarto totalmente volverla a mezclar con plantas mayores y la mantendré en maceta, sólo acompañada por especies muy pequeñas o de follaje fino. Casi la misma suerte ha corrido la planta que aparece en la primera foto de la entrada: Omphalodes linifolia. Se trata de una boraginácea que tiene su origen en la región mediterránea, siendo autóctona en algunas regiones ibéricas. Sus montones de florecillas blancas llamaron mi atención y nada más encontré semillas a un precio razonable, las adquirí. Aquello fue bastante antes del otoño pasado, época en la que obtuve dos ejemplares que crecieron sin problema e incluso se salvaron de los ataques de los caracoles. Todo un mérito que se ha visto eclipsado por el crecimiento masivo de sus vecinas, que en cuestión de semanas han conseguido que uno de los dos ejemplares muera por falta de luz. El otro ha conseguido inclinarse hacia adelante y empieza a enseñar sus delicadas flores, que son morfológicamente muy similares a las de la nomeolvides china, aunque de un blanco inmaculado. Curiosamente, y a diferencia de otras boragináceas, las flores aparecen en cimas espaciadas y alternas en lugar de las típicas escorpioides.

Consolida ajacis
Dos margaritas de capítulos blancos y amarillos se unen también a las plantas de gran tamaño del contenedor. Ambas fueron cultivadas el año pasado, si bien sólo una de ellas en el contenedor. Se trataría de la Layia platyglossa, especie americana muy cercana a las Gaillardia que también tiene problemas para mantener su posición: la planta no llega a crecer totalmente recta, sino que emite un tallo central que durante su crecimiento se postra y apoya en el suelo. Así, creció en una posición tan mala, aplastando a otras plantas, que no me quedó más remedio que guiarla hacia el borde trasero del contenedor para apoyarla en la pared. No parece haberle importado mucho y lo demuestra floreciendo sin parar. En el otro extremo se encuentra el crisantemo Glebionis coronaria var. discolor. Tenía mis reservas a la hora de plantarlo en el contenedor: las plantas de donde recogí las semillas iniciales, en una huerta cercana a casa, miden unos 175 cm. de alto. Estaba dispuesto a sacarlo de allí si se pasaba de tamaño, como ya hiciera con unas Mauranthemum en otoño cuyo ritmo de crecimiento me hacía perder espacio para otras plantas. No obstante, es de suponer que el crisantemo limita su tamaño según lo profundo que llegue la raíz central: así, el año pasado en una pequeña maceta tuve plantas de apenas 30 cm. de alto, y el del contenedor no ha llegado al metro. Además, la roseta no es demasiado grande y el tallo crece recto sin quitar espacio lateral, ramificándose sólo durante la floración.

Glebionis coronaria var. discolor
Las que sí han cumplido con las expectativas respecto a su altura han sido las espuelas de caballero. Partiendo de un lote de semillas de 2013 he obtenido montones de plantas que han dado a su vez cientos de semillas, que he ido usando de nuevo en las siguientes temporadas. El año pasado aparecieron varias plantas sin haberlas sembrado, de semillas caídas, y una de ellas alcanzó el récord de tamaño hasta la fecha, superando el metro de altura. Parece que, lejos de perder vigor, los ejemplares grandes se hayan impuesto a partir de pasadas varias generaciones. Así, los dos ejemplares de este año, uno lleno de flores y el otro a punto de abrirlas, superan holgadamente el medio metro de altura y asoman sin problemas entre las demás plantas de talla similar que las rodean. Ambos ejemplares proceden, precisamente, de las semillas de aquel gigante que apareció el año pasado. Esta temporada, en cambio, no han aparecido más ejemplares involuntarios, como sí ocurre con su pariente la arañuela, que prácticamente lleva tres años apareciendo espontáneamente desde que hiciese la primera siembra y tan sólo tengo que seleccionar y cambiar de lugar a los ejemplares que quiero agrupar con otras plantas.

Convolvulus tricolor
El estandarte del contenedor sigue siendo la Clarkia unguiculata de flores rojas que se erige desde el centro, actualmente con varias ramificaciones. Después de la breve experiencia del año pasado, es increíble lo prolífica que puede llegar a ser floreciendo, desarrollando ramificaciones que se llenan de flores rápidamente y que, además, tienen una duración en la planta bastante prolongada, algo que difiere bastante del comportamiento de otras especies de su género que cultivo. Eso sí, parece ser que la planta no tiene interés alguno para los insectos, que se pasan el día buscando alimento por las plantas de alrededor y en ningún momento se detienen a investigarla. Veremos si son capaces de dar semillas aún así: el año pasado guardé los tallos secos con las vainas de semillas pero todas ellas aparecieron en otoño agujereadas, presumiblemente por las larvas de algún tipo gorgojo diminuto que se encargaron de convertir todas las semillas en su fuente de alimento. Desconozco si se introdujeron cuando aún estaban en la planta o cuando las guardé dentro de casa para que se secaran.

Layia platyglossa con abeja
Un nivel más abajo encontramos plantas de talla menor, como los siempre alegres alhelíes de Mahón. Aunque los planté algo más tarde que el resto de pequeñas anuales y casi no lo cuentan por un despiste abonando con quelato de hierro, que les quemó algunas hojas, se han desarrollado un año más sin problemas y aparecen en varios puntos del frontal. Las primeras flores se abrieron hace un mes y medio y parece que todavía tendrán tirón para bastante más, dado que ni siquiera han comenzado a desarrollar las silicuas que contienen las semillas. No les ha ido tan bien a los alhelíes cuarentenos del contenedor, que quise probar si serían una buena adición para el grupo de flores de tamaño pequeño, pero el resultado no ha cumplido las expectativas. Se han quedado muy bajas y sólo un ejemplar ha dado flores simples, más apropiadas para combinar con el resto de especies de aspecto silvestre. Es más, este ejemplar es el que menos altura ha alcanzado. Habrá pues que limitarse a contemplarlos en macetas, donde tienen vidas largas y florecen durante periodos prolongados.

Malcolmia maritima
También en el nivel más bajo del contenedor ha encontrado su lugar este año la única Convolvulus tricolor que ha salido adelante. Esta vez los planté muy tarde y prácticamente ya no quedaba sitio para ellos, que acabaron en el lado de menos insolación durante el invierno. Apenas ha conseguido sobrepasar el reborde del contenedor, a diferencia de ejemplares de años anteriores que crecieron como plantas ascendentes de hasta 30 cm. de alto, muy ramificadas. Esto no ha sido óbice para que haya producido flores de gran tamaño, nuevamente del tono azulado-blanco-amarillo típico de la especie. En todos estos años sólo en una ocasión llegó a aparecer un ejemplar en cuyas flores el azul purpúreo es sutituido por un tono rosado. Al año que viene habrá que prestarle algo más de atención, pues una planta tan sencilla de sacar adelante y tan vistosa, especialmente combinada con las margaritas que crecen a la misma altura y se entremezclan con ellas, merece tener mayor representación.

Agrostemma githago
Los insectos siguen prácticamente igual que en la segunda quincena de marzo. La variedad de abejas ha descendido, pero no así su abundancia. Siguen, como siempre, mandando las Apis mellifera, que visitan casi cualquier flor que se les ponga a tiro; machos y hembras de Anthophora plumipes recorren incansablemente todas las flores tubulares donde encaje su lengua libadora, sean linarias o salvias; asimismo, también continúan aumentando las visitas de las anaranjadas Rhodanthidium sticticum, tan buenas aliadas para la polinización. Es presumible que estos días, de seguir las lluvias -esperemos que así sea- los insectos tengan que esperar un poco para obtener el preciado alimento que las flores les ofrecen. Tiempo habrá, de eso no hay duda.

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